Si eres de los que creen que una gran hamburguesa es aquella que da batalla, que reta tu apetito y que te hace preguntarte más de una vez “¿cómo me la como?”, este sitio llenará todas tus expectativas, con malteadas, papitas fritas y hamburguesas de proporciones que rayan en la obscenidad. Hay casi una decena para elegir: la One and Only se mantiene fiel a la receta original con carne (300 gr), cebolla, pepinillos y queso  tipo americano.

Las demás son creaciones dignas del Dr. Victor Frankenstein. La más aberrante es la I Dont Give a Damn (No me importa). Se trata de una estructura para satisfacer (y retacar) a seis personas, o a una muy hambrienta, y viene con un reto: si te la terminas en tres horas, tu cuenta es gratis. Te advertimos que trae 2.5 kilos de carne con queso cheddar, cebolla y jitomate, y está pensada para que la consuman seis personas. Si eres sensato, mejor pide la degustación de seis minihamburguesas, como la rellena de queso que inunda la boca con americano y cheddar, o la vegetariana con champiñones y verduras asadas.

Otras hamburguesas recomendables son la Mexican Ruster, que viene en pan rústico con queso, huevo, guacamole y cebolla morada, y la Lovely Prudence, de portobello, pimiento, queso feta, arúgula y ajo asado con cebolla. También hay paquetes bastante atractivos.

Al final, si puedes, deja un hueco para un postre, como la tarta de manzana glaseada con hojuelas de chile seco, el pastel de elote con helado de vainilla o el pastel de plátano, son bastante buenos. En este establecimiento de diseño gótico industrial con poca luz y mucha parafernalia metálica, el alcohol se cobra por onza y sale a muy buen precio, sólo ten cuidado con tus medidas o se te puede pasar la mano.