A los chilangos nos gusta la cosa bonita, la buena suerte y ser agradecidos; el problema es que, en nuestro afán de que todo esto “suceda”, no podemos evitar exagerar. Somos una tribu de contrastes fuertes: o blanco, o negro. Difícilmente nos gustan los grises. Para nosotros no hay puntos medios (bueno para lo que nos conviene). Y para comprobar que todo esto es cierto, aquí las frases que más usamos cuando queremos exagerar. Para convencerte, lee esto mil veces:

– Ya llegó por quien llorabas.

(Lloren o no… hay que hacer una entrada triunfal)

– Amiguis, me tienes mil años esperándote.

(Para que quede claro que se le esperó un chin…, perdón, mucho)

– ¡Sí, me vine volando!

(En el afán de apurarse, hasta cualidades diferentes se logran desarrollar)

– ¡Te la volaste! ¡Estoy picándome los ojos!

(Alcanzamos niveles de aburrimiento inexplicables…)

– ¡Perdóname la vida!, es que ando en la luna…

(Un perdón nunca es suficiente. Hay que ir más allá)

– Y yo dando vueltas como pirinola para encontrar dónde estacionarme.

(Esto puede ser casi literal, aunque tiene su toque de exageración)

– Cierra la puerta, no se vayan a meter los pingüinos.

(Porque para nosotros 10 grados es igual al Polo Norte)

– Me traen cacheteando el pavimento.

(Cuando nos clavamos, nos clavamos en serio)

– Al fin encontré a mi príncipe azul.

(Aunque sea la décima vez que lo diga, no importa, este es el “bueno”)

– Está más feo que pegarle a Dios.

(Si vamos hablar de maldad nos gusta darle un toque de dramatismo al chisme)

– ¿Feo?, ¡de eso pides tu limosna!, ¡si se cae de bueno!, ¡que me parta un rayo si no!

(Hay tan pocos guapos que cuando se va hablar de uno hay que echarle enjundia y emoción)

– Ya te perdimos, manita.

(Somos determinantes, hay situaciones que no tienen solución alguna)

– No nos vemos desde la prehistoria

(Es que nos extrañamos tanto que le exageramos “un poquito”)

– A esa fiesta fue todo México

(Nuestras dimensiones del todo se reducen a 100 personas)

– ¡Qué poca!, casi se me sale el corazón del susto. Se me cae la cara de vergüenza.

(Si nuestro sentido figurativo fuera cierto, el DF tendría escenas tipo Zombieland)

– Me llevo súper bien con él. Hasta de piquete de ombligo y todo.

(Como si ser amigos íntimos implicara realmente picarse el ombligo…)

– ¡Se me subieron los huevos a la garganta del susto!

(Santo Dios, si esto fuera cierto, ni cómo ayudarlo)

Tengo una flojera que parecen dos. Es más no es flojera, es lo que le sigue.

(Nada es suficiente para describir nuestros niveles de apatía por ser un Godínez)

– Vive hasta donde el aire da vuelta: lejísimos.

(Hasta eso tenemos buenas referencias figurativas para dar a entender lo lejos que está algo)

– No tengo ni perro que me ladre. Nada más falta que me orine un perro.

(Vemos muchas telenovelas y el drama nos gusta mucho)

– ¿Cómo se me ve el vestido, amiguis?, ¿no estoy hecha un cerdo?

(Exageramos con toda fuerza para después escuchar una respuesta linda como: “para nada, cómo crees…”)

– Me comería una vaca entera, me estoy muriendo de hambre.

(Hasta en chupacabras nos transformamos cuando de hambre se trata)

– Odio a los hombres, todos son unos malditos.

(Si nos rompen el corazón, somos capaces de terminar con el género entero)

– Ese güey es mi brother del alma.

(Todos son nuestros compadres, amiguísimos inseparables. Somos muy amigueros)