Hasta principios del siglo XX, el barrio de San Sebastián-El Carmen fue el extremo noreste de la Ciudad de México. Allí terminaba, más allá sólo quedaban la Lagunilla y Tepito. Fue un barrio alejado del bullicio y la alharaca de las calles más cercanas al Zócalo que recibió a la orden carmelita, más proclive al silencio, la contemplación y el aislamiento.

Caminar por entre sus calleses recorrer el Centro Histórico sin glamour ni afeites; es un barrio que ha conservado una atmósfera de antaño, a pesar de la invasión de los ambulantes y cierto descuido de su patrimonio arquitectónico.

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En una primera incursión para conocerlopuede tomarse como punto de partida la Plaza de Santo Domingo, uno de los conjuntos más icónicos de la ciudad: el templo principal, la esquina chata del edificio de la Inquisición (Antiguo Palacio de Medicina) y el portal de los evangelistas o escribanos (ésos que antes le escribían las cartas de amor a la gente) son un must del caminero.

Sobre la calle de República de Brasil esquina con República de Nicaragua está el templo de Santa Catarina, una edificación del siglo XVI que sobresale por la belleza de su diseño en tezontle, esa piedra volcánica que tiñe de rojo el Centro Histórico. Allí se encuentra la que posiblemente fue un cátedra, rescatada del edificio de la universidad que demolió Justo Sierra durante el Porfiriato: una impresionante pieza de madera del siglo XVII.

Hay que bajar por República de Venezuela hasta el Carmen y hacer una parada obligada en El taquito (Carmen num. 69), el segundo restaurante más antiguo de la ciudad después de la Hostería de Santo Domingo (Belisario Domínguez num. 72). En ese lugar, María Félix causó furor en el vecindario en 1955: tuvo que salir a saludar a los fans desde un balcón y Marilyn Monroe se echó unos tacos cuando visitó nuestro país en 1962, murió siete meses después…

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En ese mismo barrio, en la primera mitad del siglo XXse asentaron judíos que llegaron de Europa Central y convirtieron la calle de Jesús María en su centro social. Perseguidos en sus países de origen, rehicieron su vida aquí y la plaza de Loreto –una de las mejor conservadas del Centro- se convirtió en el lugar de sus hijos para jugar y las calles aledañas en sus viviendas y negocios. En 1941 levantaron una sinagoga en Justo Sierra num. 71, que recuperada, se puede visitar.

El templo de Nuestra Señora de Loreto tiene una de las cúpulas más altas y hermosas del país y es digna de admirarse, pero no dejes de pasar a visitar la imagen del Niño Mueve Corazones y después regresar a dejarle un juguete como agradecimiento por los favores recibidos.

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Finaliza en la parroquia de san Sebastián, que dio nombre al barrio, y regocíjate con el púlpito del siglo XVII (una pieza de extrema belleza tallada en madera), su silencioso y casi irreal claustro –que te transporta a otro tiempo, neta- y la pila bautismal, de esas que quedan pocas.

Enfrente está la plaza Torres Quintero, con su observatorio astronómico del Porfiriato y aledaña, la Casa Xochiquétzal, que recibe a sexoservidoras de la tercera edad, para que descansen y vivan tranquilas en esta etapa de su vida.

Regresa a El taquito, pide a doña Ma. Teresa Guillén Hernández, nieta de los fundadores del restaurante, que te sirva su estupendo mole o los platillos de cuaresma. Échate un tequila y recuerda que debes regresar una y otra vez a este barrio fundacional de la vida chilanga.Cada vez, encontrarás más y más lugares interesantes.San Sebastián-El Carmen no se agota en la primera incursión.

Cómo llegar

Metrobús República de Argentina y Teatro del Pueblo Línea 4