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Por:Mario Villagrán y Gabriel Lerman

“Para mí, el mejor cinefotógrafo del mundo es Rodrigo Prieto. No hay más qué discutir…”.

La sentencia de Emmanuel Lubezki concluye de manera contundente: “Rodrigo Prieto es un genio”. Lo dice el Chivo, su jefe en Sólo con tu pareja. Lo repite Iñárritu, con quien hace 16 años filmó Amores perros. Y lo afirma Scorsese, quien se lo robó al Negro para que fotografiara El lobo de Wall Street.

Pero ¿quién es Rodrigo Prieto? ¿Un amable fotógrafo que debutó hace 20 años con la película Sobrenatural? ¿Un cómplice de los mejores directores de cine de las últimas décadas? ¿El mejor cinefotógrafo del mundo?

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Para empezar a responder, Rodrigo es un Prieto. Un miembro (y el último gran pilar) de una dinastía que ha transformado durante más de un siglo la Ciudad de México. Una familia de gobernadores, periodistas, dramaturgos, ingenieros aeronáuticos, empresarios, comunistas, anticomunistas, políticos, activistas, artistas, fotógrafos… los Prieto.

Hoy, Rodrigo está a un paso de ser el cinefotógrafo del año gracias a Passengers, de Morten Tyldum, y a Silence, de Scorsese, proyecto que le dio una nominación al Óscar 2017 a mejor fotografía (y podría continuar el legado mexicano, con un cuarto premio consecutivo, luego de los tres del Chivo). “A veces, así coinciden las cosas y no sé si es para bien o para mal que las películas se cancelen entre sí; que quieran apoyarme con algo y voten por una u otra y se repartan los votos. Pero eso ya será el destino y está fuera de mis manos, así que prefiero no preocuparme”, sentencia, con tranquilidad, Rodrigo.

“Para mí, el mejor cinefotógrafo del mundo es Rodrigo Prieto. No hay más qué discutir…”. – Emmanuel Lubezki

Lo que en verdad le preocupa, laboralmente, es el siguiente paso: dirigir. Y sólo hay un tema que lo mueve. El mismo que originó nuestra reunión: su familia.

“Me gusta mucho el trabajo de la fotografía, pero hoy me interesa dirigir. Ojo, no convertirme en director, pero sí quiero hacer una película sobre mi familia, los Prieto”, cuenta Rodrigo, quien ha dejado pasar los años para madurar el relato de su dinastía, que comienza con su abuelo, Jorge Prieto Laurens, uno de los políticos más activos de la historia de la Ciudad de México.

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“Empezaría con mi abuelo, pero me quiero enfocar, curiosamente, más en la parte intermedia. Tengo una prima que murió en la guerrilla, Dení Prieto, entonces me quiero enfocar en la familia de mi tío y mi tía y de Dení y Ayari, que son sus hijas. Ése es el centro de la historia unido a la relación con mi abuelo. Quiero hacer una historia sobre los paralelos entre él, que luchó en la Revolución Mexicana, y luego su nieta, que luchó con la guerrilla, a pesar de que resultaron los dos con puntos de vista opuestos. Uno es de los fundadores de la Liga Anticomunista Latinoamericana y su nieta muere luchando con las Fuerzas de Liberación Nacional, por el comunismo y el socialismo. Ésa es la base de mi historia personal y no me quiero ir de este mundo sin antes haber contado esa historia”, comienza a narrar Rodrigo, consciente del impacto de su dinastía en la historia de la capital. Consciente de que forma parte de una familia histórica que necesita tener su gran capítulo.

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Los Prieto comenzaron su andar en la capital con don Antonio Prieto Trillo, un ingeniero zacatecano que huía de la Revolución emprendiendo grandes negocios (como la primera fábrica de sombreros de fieltro en la capital y la fundación del cine Condesa), gracias a su capacidad de convencimiento, misma que lo llevó a contraer matrimonio con la francesa Emma Laurens, y a dar los primeros pasos en esta ciudad. “Él tuvo que ver con el trazo de algunas partes de la frontera y trabajaba dentro del gobierno porfirista. Era un emprendedor nato y su mayor lucha fue conquistar a mi bisabuela Emma, ya que sus diferencias sociales lo colocaban como el peor de los candidatos para ella”.

“Me gusta mucho el trabajo de la fotografía, pero hoy me interesa dirigir”.

EL ABUELO Y YO

Hay una anécdota que Rodrigo recuerda a la perfección. Una infaltable en las comidas familiares. Una que le permitió entender los paralelos y la diversidad ideológica de la dinastía. Una que habla de libertad. “Cuentan que mi abuelo Jorge un día se peleó con mi bisabuelo, que era porfirista, y decidió robarse su pistola para unirse en su juventud a Zapata… si lo piensas, ahí está el paralelo con mi prima Dení. A los 19, ella se fue de la casa para unirse a la guerrilla. En ese paralelo, arranca mi historia”.

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Originario de San Luis Potosí, Jorge Prieto Laurens no sólo se unió al zapatismo tras pelear con don Antonio, sino que fue acusado de conspirar contra Victoriano Huerta, marcando una línea que lo llevó a ser esencial en la vida política mexicana, tanto como la frase que le dedicó al presidente Álvaro Obregón en su primer informe presidencial: “Lo estoy acusando a usted de ratero, no de pendejo, señor Presidente”. Luego, su biografía termina por colocarlo como un fundador. Un hombre de iniciativas claras que dejaron huella en la capital, por ejemplo: fue fundador de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana; del Partido Nacional Cooperativista; de la Asociación Anticomunista de las Américas y del Partido Nacional Anticomunista.

Diputado federal por San Luis Potosí, concejal de la Ciudad de México, en 1923, y gobernador de San Luis Potosí, también en 1923, Prieto Laurens dejó la vida política tras juntar varios enemigos de poder, dando un paso al periodismo en el que El Universal y El Heraldo fueron las casas de un hombre que terminó por definir y ser el pilar de los Prieto.

“En verdad no me quiero ir de este mundo sin antes haber contado esa historia”.

“A mi abuelo lo conocí muy bien y lo quería muchísimo. Venía seguido a mi casa y me contaba anécdotas de la Revolución. Quiero incluir una escena así en mi historia, con mis abuelos hablando en la casa de mis tíos, discutiendo por el comunismo. Yo era mucho más chico. Fui el último de 47 primos, entonces yo soy más chico que la mayoría de ellos, incluyendo a Dení. Mi abuelo era muy católico, ése era el rollo. No es que estuviera en contra de la filosofía social marxista, sino en contra del ateísmo. Era muy, muy religioso y por eso luchaba tan fervientemente contra el comunismo. De hecho, hay una anécdota donde Ayari, hermana de Dení, no le hablaba a mi abuelo, pero tuvo un hijo y mi abuelo fue a conocer a la bebé, y le pidió a la madre de Ayari: ‘Evelyn, por favor, permítame llevarle la nieta a mi esposa para que la conozca, nada más unas horas’. ‘Ok, cómo no’. Se la lleva y la llevan a bautizar. ¡A bautizar! Ése era mi abuelo”.

Personaje (bautizado como Olivier Fernández) del libro La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán, el abuelo Jorge vivió rodeado de polémicas, entre ellas, su relación con el grupo paramilitar Los Halcones, convirtiéndose en un referente capitalino hasta su muerte, en 1990. “Martín Luis Guzmán y mi abuelo eran amigos y, aunque estaba prohibida hace varios años, yo conseguí una copia en Betamax de La sombra del caudillo y se la puse para que la viera mi abuelo. Mi abuela no la quiso ver, pero él la vio y le gustó. En verdad no me quiero ir de este mundo sin antes haber contado esa historia”.

EL AVIÓN, PAPÁ, EL AVIÓN…

Jorge Prieto contrajo matrimonio con Felisa Argüelles, una profesora de Lengua y Literatura Castellanas de la Escuela Bancaria y Comercial, con la que tuvo, entre varios hijos, a Guillermo Prieto Argüelles, padre de Rodrigo, y uno de los hombres fundamentales para comprender la historia de la aviación en la capital de nuestro país. Primer gerente del aeropuerto de la Ciudad de México y director de Aeronáutica Civil, Guillermo encontró en el cielo un campo de expansión para el legado de los Prieto. Un ingeniero aeronáutico del Politécnico que soñaba con ayudar al progreso de la aviación mexicana, con la firme intención de que los Prieto cambiaran el cielo.

“Creo que he podido trabajar con directores tan distintos entre sí porque realmente trato de meterme en sus cabezas y sus corazones”.

“Mi papá cuenta muchas cosas sobre el exilio que tuvieron que pasar tras los conflictos políticos de mi abuelo. De niño estuvo primero en Texas. Tenía dos años cuando se fueron y no regresó hasta los 12, pero luego se fue a Los Ángeles, y luego volvieron a México, entonces mi papá se hizo ingeniero en el Politécnico. Luego hizo una maestría de ingeniería aeronáutica, en Nueva York, ahí es donde conoció a mi madre (Betty Jeanne Stambaugh), que es de Montana, y ahí se enamoraron y luego fueron a Filadelfia, donde nació mi hermana, y después a México, donde nací yo.

“Mi padre, al igual que todos los Prieto, era muy apasionado, necio, a veces al nivel de la ceguera. Y yo, curiosamente, tal vez en reacción a eso, como director de fotografía tuve que oponerme a esa personalidad e intentar ver el otro lado tal cual. Creo que he podido trabajar con directores tan distintos entre sí, como Ang Lee, Alejandro (G. Iñárritu), Oliver Stone o Scorsese, porque realmente trato de meterme en sus cabezas y sus corazones. Creo que yo no heredé esa necedad tal cual, aunque sí, lo testarudo. Pero también me interesa mucho ver otras perspectivas y, a veces, en mi familia eso no era tan así”.

Rodrigo, y ¿te gustan los aviones? “Sí, me gustan. No estaría aquí sin ellos”.

“FLOR”, EN OTOMÍ

Dení significa eso: “flor”. No obstante, para Rodrigo, Dení significa un gran vínculo afectivo con su dinastía, pero ¿quién era esa chica de grandes gafas llamada Dení?

María Luisa, como era conocida entre los miembros de las Fuerzas de Liberación Nacional, era hija del dramaturgo y periodista Carlos Prieto Argüelles, y fue asesinada a los 19 años de edad en la llamada Casa Grande, la primera y única casa de seguridad de las fuerzas, por indicaciones priístas, dejando un vacío en la dinastía. Dejando un dolor en el pecho del abuelo Jorge, con quien nunca pudo conversar sin discutir, y una historia que hoy sigue moviendo las entrañas de Rodrigo, al grado de llevarlo a querer dar el paso de cinefotógrafo a director.

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“La historia que rodea a Dení la pone como una víctima de muchas circunstancias. A mí me mueve mucho cómo sus padres eran tan fanáticos del comunismo, cómo mi abuelo, en particular, era fanático de la religión; o sea, veo un gran paralelo. Entonces, que todo lo que ellos hablaban haya llevado a su hija a la muerte es muy fuerte, y cómo eso afectó a sus padres, a su hermana y a toda la familia, que son los que sobreviven, me mueve mucho. Me mueve la relación entre esa familia, particularmente, entre mi tío y mi prima que sobreviven. Es muy fuerte y me recuerda cosas que yo viví también de chico porque, claro, hay rasgos genéticos y familiares que son similares en la familia de ellos. Fue mucho más radical lo que sucedió en la de ellos, pero también se dio en mi familia y en mi relación con mi padre. No sé, me interesa mucho.

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“Y también tengo dos hijas, entonces me atrapa cómo lo que tú como padre dices y haces, y cómo eso afecta a tus hijos. Me mueve como padre, y también me interesa explorar eso. Ahí es donde encuentro el punto clave para narrar la historia de los Prieto. Para entender cómo en una familia puede haber tanta contradicción y vidas tan paralelas. Eso es lo que quiero filmar”, sentencia Rodrigo, cerrando el libro de recuerdos que pronto volverá a abrir para poder entenderse a través de la dinastía que le dio esencia y forma a su personalidad. Que le dio vida y muerte a su cámara. Y que hoy, nos ha dado la oportunidad de ver cómo detrás de un gran cinefotógrafo, el apellido llama.

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