Ligaya

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Alfombra de pastito, patio lleno de plantas, sillas vestidas de blanco. Todo da la festiva sensación de un sofisticado día (o noche) de campo. El piso superior, y lo que antes era el bar, fue ampliado y remodelado con el mismo ambiente jardinero y se reinauguró en mayo de 2006.

La clientela, en general, tiene edad para recordar sus años mozos con Tears for Fears, Thompson Twins y hasta Olivia Newton John, que forman parte del repertorio musical. El ambiente se caldea con sendas chimeneas.

Pan caliente y pachoncito es la primera tentación. La carta de vinos tiene una que otra opción divertida como el espumoso Sala Vivé para brindar con burbujas sin quedar en bancarrota.

Raudas y veloces llegan las tostaditas de atún sellado con pico de gallo, aguacate y crema. No están mal, pero domina el sabor de la tortilla y se extraña un toque acidito de limón o vinagreta.

Luego, ensalada de serrano y parmesano. Te imaginas delgadas láminas del granuloso queso y un serranito cortado a mano…. Error, lo que hay sobre la lechuga son unos cubos de queso indefinido, aún fríos del refri y grandes sábanas de jamón serrano que rebanaron en el súper. La decepción acaba con la indulgencia hacia el dulzón, espeso y dominante aderezo.

Ya luego te contentas con el huachinango en mantequilla de naranja. El fresco pescado se abre en pétalos que se deshacen en la boca. La mantequilla cremosa y apenas dulce da un toque cálido y cítrico al delicado platillo decorado con verduras al vapor.

El fussilli con champiñones y espárragos salteados está hecho al momento, casi como en casa, un poco más al dente y estaría perfecto. Es sencillo y ligero, ideal para cenar, con apenas un toque picante de chile verde.

Si hay espacio, pide el pastel Milky Way, nada que ver con la pegajosa golosina del mismo nombre. El calor intenso se concentra en el centro del compacto y desmoronable panqué bañado en chocolate derretido. Es denso pero no empalaga. Si no eres muy perfeccionista, te la puedes pasar bien aquí, con los amigos, recordando viejos tiempos. Con que llamen al queso por su nombre, se acaban las quejas.