¿Qué pasa?

Digamos que tu pareja, que antes hacía cosas sin preguntar o era poco participativo, de pronto tiene una idea genial, como hacerlo a la luz de la luna o usar juguetes sexuales. ¿Y tu respuesta? Un tajante no.

¿Cuál es el error?

Que eres inflexible, poco aventurero y mala onda. Una cosa es sopesar las posibilidades, como negarte a hacerlo en la cochera de tus papás durante el bautizo del hijo de tu tía Rodimira, porque tienes razones de peso para desconfiar del acto… y otra es negarte sistemáticamente a todo, porque o no te dan ganas o te da miedo o te venció la pena.

¿Cómo suavizarlo?

Trata de ceder de vez en cuando. Piensa que, si de momento la propuesta no te atrae enormemente, lo harás para complacer a tu pareja. Dando y dando: ahora tú le cumples esta fantasía, pero para la próxima te toca a ti pedir algo nuevo. Simplemente, no te cierres ni dejes de considerar las posibilidades que te ofrecen.