Chilango

Las jacarandas pintan el paisaje chilango

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Ahí están ya. Florecen y pintan el aire de lila y púrpura. La primavera es contundente gracias a ellas: las jacarandas en la CDMX son ya un emblema. Su esplendor adorna lugares como Paseo de la Reforma, Lomas de Chapultepec, la Alameda Central, Avenida Insurgentes, la Condesa, Polanco, las islas de Ciudad Universitaria, pero uno las encuentra en realidad por toda la capital, en cualquier rincón.

Sus ramas negras se han llenado ya de flores. Aunque muchos pensamos que no hay nada más chilango que las jacarandas, lo cierto es que no es así. En realidad, asegura la bióloga Ana Gabriela Domínguez, encargada del área de difusión y enseñanzas del Jardín Botánico de Chapultepec, «son originarias del Caribe y Sudamérica, de países como Brasil, Bolivia, Argentina y Paraguay. Se adaptaron muy bien a los climas de nuestra ciudad».

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Las jacarandas en la CDMX son también un misterio, pues no está muy claro cómo llegaron aquí. Hay quien atribuye su introducción a un capricho de Pascual Ortíz Rubio, a principios de la década de los 30. El presidente quería repetir lo que ocurría en Washington: en 1912, el alcalde de Tokio obsequió a la ciudad norteamericana unos 3,000 cerezos en señal de amistad entre ambos países, los cuales florecen cada primavera. El problema es que el clima chilango no era apto para los cerezos. Los expertos le recomendaron a Ortiz Rubio plantar jacarandas en la CDMX.

Otros creen, sin embargo, que las jacarandas llegaron a México gracias a Tsasugoro Matsumoto, un célebre jardinero japonés que, después de diseñar jardines en Perú, llegó a la colonia Roma, donde diseñó varios jardines jacarandosos. En teoría él fue quien importó las primeras semillas de jacaranda, a finales del siglo XIX.
Otros le otorgan el crédito al gobernador de Veracruz, Teodoro Dehesa, a principios del siglo XX. La jacaranda no sólo es codiciada por sus bellas flores, sino también por su madera, así que en muchos viveros de Veracruz se sembraban jacarandas.

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Al ingeniero Miguel Ángel de Quevedo es a quien se le atribuye el diseño de los parques de la capital, de arbolar sus calles y de pensar cómo las jacarandas podían aclimatarse a nuestra ciudad.

El nombre científico de la jacaranda es mimosifolia, que en portugués quiere decir «oloroso»; sin embargo, su flor no produce ningún aroma. La reproducción de este árbol no requiere de mucho cuidado; «el clima de México es el mejor del mundo para la reproducción de las plantas, ya que no es extremoso», dice la especialista.

Pero no todo es color rosa con ellas. Las jacarandas también pueden ser problemáticas. Sobre todo cuando crecen, pues las raíces pueden llegar a levantar las banquetas o hasta romper tuberías. Pero hay una solución: «hay que darle mantenimiento a los árboles, cortar sus ramas y no permitir su crecimiento desmedido», dice la bióloga Ana Gabriela Domínguez.

Según la especialista, los árboles de jacarandas en la CDMX no representan mayor problema si reciben los cuidados adecuados. Los que se encuentran sobre Reforma, por ejemplo, están aislados. «Yo creo que están bien ubicados sobre Reforma, la mayoría están en camellones y no provocan grandes daños, siempre y cuando tengan el mantenimiento y eso es no dejarlos crecer», explica.