Ilustración: Daniel Terán.

8 de diciembre 2018
Por: Diana Delgado Cabañez

Capitanes de la CDMX: los chilangos sí saben saltar

En solo seis meses, los Capitanes de la CDMX pasaron de jugar ante gradas vacías a provocar filas de hasta cinco horas para conseguir un boleto.

Es una noche lluviosa, fría, de principios de octubre en la Ciudad de México. A pesar de que los chilangos nos esfumamos cuando las primeras gotas comienzan a caer, en el cruce de División del Norte y Río Churubusco hay cientos de personas circulando entre puestos ambulantes que ofrecen fritangas y otros que venden playeras y ajolotes de peluche. Todos se dirigen al Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera. Son casi las 21:00 horas del jueves 11 de octubre y los Capitanes de la CDMX, el nuevo equipo chilango de básquetbol, está a minutos de iniciar su segunda temporada en la Liga Nacional de Baloncesto Profesional (LNBP).

La última vez que cuatro mil personas se dieron cita en la duela del Juan de la Barrera, la mayoría salió con el corazón roto. Los Capitanes de la CDMX, que tienen como logotipo al Monumento a la Revolución y a un ajolote como mascota, perdieron en su casa y con ello se les fue la posibilidad de ser el campeón de la LNBP.

No obstante, su primera temporada se puede considerar un éxito. La quinteta chilanga comenzó regalando los boletos de sus partidos y aún así no lograban llenar ni uno de los cuatro costados del gimnasio, pero, conforme la campaña maduró, la escuadra dirigida por el español Ramón Díaz “despertó al monstruo” y ahora los aficionados hacen largas filas para comprar un boleto.

“El éxito de Capitanes fue paso a paso”, recuerda Aldo Morales, un aficionado al deporte ráfaga, quien sigue al equipo desde el primer encuentro. “Nadie sabía qué estaba pasando con el básquetbol en la ciudad, muchos llegamos porque seguimos a equipos de otros estados o por pura suerte, pero ha sido increíble ver cómo, con el paso de los juegos, la afición se enteró y llenó las tribunas. Es un crecimiento no solo del equipo sino también de nosotros como fanáticos”, asegura.

Los Capitanes de la CDMX no solo conquistaron a Aldo. Hace unos meses, Tania López acompañó casi a la fuerza a su esposo a uno de los partidos, donde el ambiente y el equipo le agradaron tanto que fue una de las personas que pasó unas cinco horas formada para alcanzar boletos para la final, esa en la que los Soles de Mexicali vencieron en cuatro de cinco juegos al conjunto chilango para alzar el trofeo de campeón.

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Tiro de tres

A pesar del lleno en las gradas, aquí no se escuchan Goyas ni huelums y mucho menos el “vamos, vamos, América”. Tampoco se escucha una máquina pitando para alentar a los jugadores. Más allá de las porras, los Capitanes de la CDMX saben que su éxito se basa en tres ejes principales: el mercadológico, para tener más aficionados; el táctico, que consiste en mezclar seleccionados nacionales y extranjeros con jugadores jóvenes; y el estratégico, con el que cazan talentos con el objetivo de tener fuerzas básicas.

Ir a un partido de los Capitanes es sumergirse en una atmósfera familiar. A cambio de un boleto que va de los 160 a los 500 pesos o de abonos que cuestan entre 2,354 y 8,338 pesos para toda la campaña, los asistentes pueden estar en el Juan de la Barrera desde dos horas antes del partido para ver a jugadores como Ernesto Oglivie, Rigo Mendoza o Héctor Hernández, quienes sorprenden cuando sus pies se despegan de la duela para retacar el balón en la canasta.

“Ernesto, Rigo, ¿me firman mi balón?”, grita un niño como de cinco años, quien lleva un baloncito que apenas le cabe en las manos y un plumón negro. Sin pensarlo, los jugadores detienen su calentamiento para firmar y dedicar unas palabras al joven aficionado. En otro punto de las gradas, hay niños que sueñan ser como Pedro “Pery” Meza o Gabriel Girón, mientras otros grupos de menores agitan ajolotes de peluche rosados y se emocionan cuando los organizadores lanzan balones de hule espuma de regalo.

Una vez que arranca el juego, los fanáticos no tardan mucho en dar el grito de guerra: “Ca-pi-ta-nes, Ca-pi-ta-nes”, mientras que Juanjolote, la mascota del equipo, y un grupo de porristas se apoderan de los tiempos muertos y solo los comparten por unos segundos con la KissCam, que, al ritmo de Luis Miguel y Bésame mucho, alientan a las parejas a mostrar su amor.

Pero el buen ambiente ya rebasó los límites de las gradas y se anotó otro tiro de tres en las redes sociales, donde jóvenes aficionados siguen a los Capitanes de la CDMX a través del perfil de Facebook de la LNBP. De acuerdo con Moisés Cosío, dueño del equipo, cuatro de cada 10 aficionados que ven esas transmisiones tienen entre 13 y 24 años.

La camaradería que reina en el Juan de la Barrera también impera en el núcleo de los Capitanes de la CDMX. Los jugadores desayunan y comen juntos todos los días, sin importar que conviven más de seis horas durante los entrenamientos o que algunos, incluso, vivan en el mismo edificio. “Desde el principio Capitanes tenía claro que quería apostar por esa parte y la mezcla que hemos consolidado es el verdadero éxito de Capitanes”, explica el entrenador Ramón Díaz.

Ilustración: Daniel Terán.

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¿Foul extra cancha?

Uno de los problemas que enfrentan no solo los Capitanes de la CDMX sino la Liga Nacional de Baloncesto Profesional es que los jugadores no pueden vivir solo de lo que hagan en su carrera dentro del deporte ráfaga.

A diferencia del fútbol mexicano, en el que el francés André Pierre Gignac se embolsa 88 millones de pesos al año para convertirse en el jugador mejor pagado de la Liga MX, de acuerdo con W Deportes, en la LNBP existe un tope salarial que fija en 10 millones de pesos el salario anual de un jugador.

Hace un año, Sergio Ganem, el presidente de la Liga, detalló a Proceso que los salarios mensuales de los basquetbolistas mexicanos —incluyendo Capitanes— rondan los 50 mil pesos al mes y, en promedio, los jugadores se mantienen activos en sus clubes hasta ocho meses.

Ante ese panorama, la educación es una alternativa para cuando los buenos tiempos pasen o las lesiones aparezcan.

“Cuando estuve en la preparatoria, mi entrenador me dijo algo que se me quedó grabado: ‘puedes usar el básquet para sacar tu carrera o usar la escuela para jugar básquetbol al máximo nivel’ y tenía razón. Mientras en el futbol desde niño formas parte del club y a ver cómo te arreglas con la escuela; aquí estás representando a la escuela”, dice Eder Herrera, uno de los novatos de los Capitanes.

Quien también reconoce la importancia de estudiar es Gabriel Girón, el seleccionado nacional y también licenciado en Comercio Internacional y maestro en Mercadotecnia, quien asegura que en el deporte ráfaga las lesiones son un obstáculo constante que puede dejarte fuera, “por eso el estudio es lo más importante, ya que el básquetbol te ayuda a tener algunas cosas pero hay que pensar para más adelante, tener una licenciatura que te respalde”.

Conscientes de esta situación, una de las metas a mediano plazo de los Capitanes es echar a andar un proyecto de fuerzas básicas y seguir visitando escuelas y centros infantiles. Este año incluso acudieron a la Comunidad de Diagnóstico Integral para Adolescentes –donde se encuentran los menores que cometieron algún delito– para motivarlos a hacer deporte.

“Queremos llevar el baloncesto a todos los rincones de la Ciudad de México para mejorar la sociedad y ayudar a los jóvenes a que puedan conseguir una vida mejor, becas a nivel de preparatoria y universidad, vincularlos al deporte y una vida sana. Queremos desarrollar un enfoque social que haga diferencia entre la gente”, menciona el entrenador Ramón Díaz.

Hasta el momento, todo eso sigue en planes, aunque se espera que el próximo año comience a operar el primer grupo de fuerzas básicas.

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¿De dónde salen los Capitanes de la CDMX?

“A la Ciudad de México le hacía falta un equipo de básquetbol”, asegura Ramón Díaz. El coach se dio cuenta de eso en 2015, cuando trabajaba en el equipo de Sergio Valdeomillos, entrenador de la Selección Mexicana de la especialidad.

En ese año se disputaban las eliminatorias para Río de Janeiro y en cada partido los jugadores mexicanos luchaban por un boleto para los Juegos Olímpicos de 2016. Los encuentros se disputaban en el Palacio de los Deportes con llenos totales y los 12 Guerreros —como se le conoce a la Selección— eran alentados por 20 mil espectadores.

“Ver eso era impresionante. La gente conectaba con la Selección, había emoción en las gradas. En ese momento yo no podía creer que una afición de ese nivel no tuviera un equipo local”, dice el coach Díaz. El problema no es que no existieran equipos interesados en tener a la CDMX como casa, sino que nunca se cuajó la mezcla entre resultados deportivos y una base de seguidores.

La idea de tener un equipo que le pusiera la camiseta a los capitalinos se clavó en la mente de Moisés Cosío, un empresario mexicano que pensó en una fórmula que combinara buenos jugadores y espectáculo deportivo.

“Cuando coincidí con Moisés y me platicó del proyecto me gustó mucho, me dio la confianza de ser parte de él y desde el inicio hubo muy buena conexión. Había mucha claridad en los objetivos, en la intención de ganarse a la gente, de dar un buen trabajo y de posicionarnos como un equipo referencia a nivel nacional”, señala Ramón Díaz.

Fue así que el 27 de octubre de 2017 la goma volvió a rechinar en la duela del Juan de la Barrera. En su primera temporada, los Capitanes de la CDMX consiguieron salir victoriosos en 26 de los 40 juegos disputados. Quedaron subcampeones entre llenos totales, aficionados vestidos con playeras azules, manos de hule espuma que simulan el número uno y largas filas para obtener una foto con los nuevos ídolos.

A pesar del éxito obtenido en tan poco tiempo, Capitanes quiere olvidar esa mezcla de tristeza y asombro que les dejó haber perdido su primera final.

“Aunque la meta para el primer año de Capitanes de la CDMX era llegar a playoffs–dice el guardia Gabriel Girón– sabíamos del equipo que teníamos armado y que podíamos pelear, pero las lesiones nos ganaron y tuvimos tres bajas de los cinco titulares. Después de ese partido no hubo una sensación de derrota, lo afrontamos bien y aprendimos de la experiencia, pero nos quedó la espinita del qué hubiera pasado.

“Este año la meta es levantar la copa, sabemos que hay nuevos jugadores y nos preparamos día a día para tener esa química dentro del juego. Ya una vez no nos salieron las cosas como teníamos planeado, pero este es el año de la revancha para Capitanes”, promete.

Ilustración: Daniel Terán.

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