Con el paso del tiempo la música electrónica nos ha dado diferentes géneros y, como a los humanos nos encanta etiquetar, le seguimos dando nombres a los diferentes ritmos y creaciones que hoy bailamos. Etiquetamos tanto a la música como a la banda que los escucha: que si eres “underground” está chido, o si eres “comercial” no sabes nada.

Una de las tendencias actuales es regresar a la raíz, a la madre tierra, con sonidos orgánicos como las olas del mar, los caracoles, cuernos, las percusiones e instrumentos prehispánicos con influencias de diferentes etnias desde Perú hasta India. A este tipo de música se le llama “Shamanic Style” cuyos principales exponentes son N-U, LUM, Arutani, Bedouin, Culoe de Song, entre otros.

Este tipo de música converge con creencias que pugnan por un estilo de vida más natural y armonioso; la banda se vuelve vegetariana o vegana, hace yoga, usan joyería huichol, vive experiencias con la ayahuasca y el peyote, etcétera.

Esta postura o ideología no está bien ni mal, pero creo que es importante no dejar de ser auténticos ni negar nuestras “cruces musicales”; que no nos dé pena aceptar que muchos nos sabemos las de OV7 y Kabah, vimos salir fuegos artificiales de Katy Perry en “Firework”, vamos a Starbucks a tomar chai latte light con soya venti, tarareamos las rolas de Luis Miguel, abogamos por la adopción canina, pero tenemos un pug con pedigrí llamado Tina.

Seamos congruentes. No importa de dónde vengas a dónde vas o qué escojas escuchar, pero no hay que dejarnos llevar por la moda: el Shamanic Style o Pachamama Style va más allá, es un estilo de vida donde el común denominador es el amor, es un aproximarse al mundo, al planeta, de una forma respetuosa, tolerante, es ser feliz y bailar sin parar.