Chilango

El mundo cósmico de Jamiroquai

Diego Figueroa

Existen sentimientos encontrados con Jamiroquai. Su música se ubica sobre una delgada línea que separa sus excelentes tracks llenos de jazz y funk con los más recientes, que parecen baladas románticas tirándole a ritmos disco/popperos.

Cuando se presentaron al mundo, en 1993, tenían letras ingeniosas y coherentes. Una imagen más divertida. Eran raros, pero en el buen sentido. Se ponían penachos y cuernos de búfalo. Llamaron la atención de fresas y pachecos. La imagen de la silueta de Jay con sus cuernos estaba en todas partes.

Con el paso del tiempo fueron perdiendo ese encanto pero, a pesar de todo, siguen manteniendo fans, tantos como los que llenaron anoche la Arena y la convirtieron en una fiesta enorme en cuestión de segundos.

Aunque… sí hubo algunas cosas que dejaron deseando más.

Todos íbamos preparados –con zapatos cómodos– para echar la bailada como se debe por el rumbo de  Azcapotzalco. Salimos antes de lo habitual de nuestra casa u oficina para llegar a tiempo, y aún así estuvimos atorados durante horas en el “hermoso” tráfico del D.F.

Cuando al fin llegamos, estábamos listos para cumplir con el único requisito que se pide al ir a un concierto de Jamiroquai: bailar. Desafortunadamente la banda nos dejó con un poco de ganas de eso. Nos hicieron falta los pasos de Jay Kay que tanto nos prenden en la pista, y que nos encanta ver. Nos quedó a deber grandes clásicos como: “You Give Me Something”, “Virtual Insanity” y “Supersonic”. Y para acabarla… falló el audio.

Pero no todo fue malo. De abajo a arriba, el lugar estaba lleno. El público recibió a la banda con “Twenty One Zero”. Enseguida un must: “Alright”, en la que el público cantó con nostalgia. “Little L” y “Canned Heat” nos levantaron, recordándonos aquella época dorada del
hombre búfalo.

Mientras cantamos los clásicos con los que sí cumplieron –“Space Cowboy”, “Cosmic Girl” y una doble versión “Love Phoolosphy” (empezando con beats downtempo y después la original), entre otros–, veíamos una pantalla con imágenes de planetas, estrellas, gráficos de sci-fi y a Jay piloteando un helicóptero.

Entre clásicos y no tan clásicos, Jamiroquai nos llevó durante dos horas a su mundo cósmico, acompañado de funk, jazz y soul. Se despidieron con “White Knuckle Ride”, tema de su último álbum. Aplausos y gritos de parte del público, al parecer habían perdonado las fallas.

Jay se mostró amable y agradecido. Se bajó del escenario unos minutos para ver más de cerca a sus fans y darle un beso a una afortunada (la envidiamos). Al salir del lugar, se asomó por la ventana de su camioneta y se despidió de la gente que ya se encontraba afuera.

Aunque algunos le hayamos perdido la pista, otros estemos ahí desde el principio o seamos fans mas recientes, Jamiroquai tiene todo lo necesario para convertir un simple venue en un lugar espacial en donde no existe la gravedad.