La nostalgia es un sentimiento muy poderoso. Y si hay algo que reconocerle a Daniel Sais es que ayer, con el proyecto en concierto Soda Eterno, supo jugar con las emociones de los más de siete mil espectadores que se lanzaron al Pepsi Center para, de alguna forma, revivir el recuerdo de Gustavo Cerati.

Resultó curioso cómo desde el inicio se hacía un énfasis en la relación de Sais con Cerati. Antes que la banda subiera al escenario, apareció en las pantallas una recopilación de varios videos donde se veía convivir al ídolo argentino con quien fue el tecladista de Soda Stereo desde de 1987 a 1989. Se abrazaban, se sonreían, Gustavo le dedicaba palabras cálidas; parecía como plan con maña para que pensaras que seguro Cerati estaría orgulloso de Soda Eterno o que lo aprobaría si viviera.

Entre gritos de personas con la playera de la selección argentina con el número 10 y el apellido Cerati en la espalda, hizo su aparición Caio Arancio, el chico argentino que fue hallado por Sais a través de YouTube para que fungiera como la voz de Gustavo.

Caio traía un look IDÉNTICO al del músico en la época del disco “Ahí vamos”. Chamarra, gafas oscuras y jeans. En opinión personal, le vi más parecido a Andrés Calamaro, pero la mayoría de la gente gritaba: “¡está igualito!”, aunque ya cuando se quitó los lentes sí le da un aire a Cerati, sólo que mezclado con el vocalista de los Daniels y sí, Calamaro cuando era joven y delgado. Lo que sí se parece más es la voz o al menos la manera en que la modulaba para que sonara como la de Gustavo.

El concierto

Desde que iniciaron con el clásico “El séptimo día”, si cerrabas los ojos podías sentir que era Gustavo Cerati el que cantaba. Pero los abrías y simplemente el sentimiento no era el mismo. Y eso lo dice alguien que tuvo la oportunidad de ver al músico tres veces en concierto antes de su trágica muerte.

“Imágenes retro”, “Hombre al agua” y “Danza rota” fueron grandes canciones de Soda, pero sorpresivamente la gente no las coreó tanto. O al menos no como “Ella usó mi cabeza como un revólver” o “Trátame suavemente”.

Y sobre el escenario, quien más emocionado y hasta conmovido por la respuesta de la gente estaba, era Sais. Se movía de lado a lado, cantaba para sí y miraba al público como si no se creyera el gran recibimiento o quizá pensara en la época en que los Soda llenaban estadios y millones coreaban sus rolas. “Estamos felicísimos de estar aquí. Vamos a recorrer mucho de la carrera del maestro Gustavo Cerati, porque sin él, esto no sería posible”, dijo.

Caio Arancio también le recordó al público que el concierto celebraba “30 años de la entrada de Daniel Sais a Soda Stereo”, lo cual generó una ola de aplausos para el músico y el grito generalizado de “Oe oe oe oe, Soda Soda”, lo cual Sais agradeció con una reverencia.

Tres músicos mexicanos fueron los invitados al homenaje: el tecladista Gus Lozada para “Crimen” -que fue de las que más sentimiento causó entre los chilangos jóvenes del público-, el baterista Jorge “Chicken” Ortiz para “En la ciudad de la furia” -¡qué bonito habría sido oírla con Andrea Echeverri!- y el saxofonista Salvador Patiño para “Lo que sangra (La Cúpula)”.

Casi a las 11 de la noche, fue cuando llegaron los éxitos pesados y la venue se convirtió en un karaoke enorme con “Cuando pase el temblor” o “Juegos de seducción”. Pero de plano había gente abrazándose y hasta algunos señores llorando cuando al final sonaron “Nada personal”, “Persiana americana” y “De música ligera” -con “gracias totales” incluido-.

Soda Eterno funciona como escribí al inicio: un vehículo de nostalgia. Igual que cuando vas a un bar en Insurgentes y ves a esos grupos tributo de The Beatles o Queen, que sí suenan o se ven similares, pero en formato más pequeño. Los disfrutas, te la pasas bien, pero al final el carisma y presencia en el escenario de Gustavo Cerati, siempre serán irreemplazables.