Escuela Ameyalli

La Escuela Ameyalli está incorporada al Bachillerato Internacional (IB), lo que quiere decir que, además de lo obligado en el país, imparte los mismos programas que una gran red de instituciones de todo el mundo, de muy alto nivel académico, y con énfasis en la formación de personas responsables, honestas y respetuosas de los demás y del medio ambiente.



En la primaria, esto se traduce en un programa centrado en el desarrollo integral del niño, que fomenta la solidaridad y el gusto por el aprendizaje, en el que los alumnos colaboran entre sí y desarrollan sus capacidades y su pensamiento crítico. Cada alumno y cada salón son distintos, y la enseñanza se va adaptando a sus necesidades y curiosidades.

Con muy buenas instalaciones, varias canchas, cafetería con alimentos sanos para los alumnos que se quedan a las actividades vespertinas, y rodeada de zonas verdes, la Escuela Ameyalli presume más la comunidad que la forma. Constantemente hay actividades y programas en los que se involucran todos, desde los alumnos más pequeños hasta los directivos y los padres de familia.

Escuela Ameyalli celebra 35 años

Sandra López Campomanes, maestra y directora de Comunicación, nos contó que lo más importante es que los alumnos egresen de primaria con herramientas para seguir creciendo como personas y sean capaces de generar cambios positivos en su entorno.

«Cumplimos 35 años en 2017, hemos crecido mucho y lo seguimos haciendo, la escuela se ha ido modelando según las necesidades de cada tiempo y los avances pedagógicos; siempre estamos atentos a la vanguardia educativa y la planta docente está en capacitación constante, es algo a lo que –además– estamos obligados para estar en el Bachillerato Internacional.

«Por ejemplo, la biblioteca tradicional la aumentamos y ahora es el Centro de Indagación Ameyalli, que tiene hemeroteca, material audiovisual y recursos digitales. Ahorita le estamos dando mucha importancia a una biblioteca digital de nivel universitario, que nos permite tener muchísimos libros que en papel nunca podríamos, simplemente por el espacio. También en los salones tienen computadoras y acceso a la tecnología.

«Pero lo más importante es la cercanía. Conocemos muy bien a cada uno de los niños y sus familias, incluso sabemos si hay algo que no puedan comer o una situación médica que tengan. Y los niños se sienten seguros, tienen confianza en sí mismos y así se desarrollan plenamente».

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