Estas fechas son un poco caprichosas. Como que uno necesita el apapacho de alguien, más que durante el resto del año. Les hablas a tus cuates y descubres que, en realidad, hace mucho que no hablaban. Las miles ocupaciones, el ritmo de vida y otros tantos motivos por los cuales sientes que ya no jalan parejo.

No, no está chido, pero tampoco es el fin del mundo.

La vóragine actual

Te levantas a las 6 de la mañana, corres por un vaso con leche, te bañas y sales despavorido porque si no el metro se pone violento. Estás todo el día en la chamba sometido a las órdenes de tu jefe que cree que puede mantenerte entre 10 y 12 horas sin parpadear.

A duras penas te vas a la tienda de la esquina para comprar un sándwich y embutírtelo en el camino de regreso a la oficina. Llegas a tu casa a las 9 de la noche, agotado, sin sueños ni esperanzas. Entras a tu Facebook y te das cuenta que hoy era el cumple de tu mejor amigo/a. La regaste, se te olvidó. Le mandas un inbox, mensaje por Whatsapp y le dices que le tienes una sorpresa… para el fin de semana.

Ajá, sí, cómo no. No tienes nada y de hecho, sabes que tu jefe quiere que vayas a la reunión anual con los dirigentes de la empresa: justo durante todo el fin de semana. Y así se repite año con año. El trabajo, la escuela y las mil millones de obligaciones (y horas de tráfico) han hecho que te alejes de tus cuates. Cuando los vuelves a ver, en muchas ocasiones sientes que estás tratando con personas nuevas. Ya no se identifican.

El cambio de estatus

Ricardo te puso el anillo el fin de semana (o Lupita aceptó el anillo el fin de semana). Comienzan los arreglos para la próxima ‘bodacheda’. Durante un año (o más) estás en friega viendo todos los detalles del pachangón. Sólo hablas de eso: la mesa de postres, lo caro que están los vestidos, la luna de miel y tus amigos (en algunas ocasiones, solteros) sólo levantan la mirada en blanco y simulan escucharte. Para muchos de ellos todo lo que estás haciendo es una farsa o es algo a lo que no le ven sentido. ‘Ay, ni estás tan enamorado de Lupita, goey, ¿para qué se casan?’ o ‘Lupita, ten en cuenta que los matrimonios actuales duran, a lo mucho, cinco años, ¿eso quieres?‘.

Pues sí, eso quieren. Entonces los amigos con los que antes salían a echarse unas chelas, ligar y reventarse hasta altas horas de la madrugada, le llegan.

Y qué decir de la llegada del primer bebé, ¿escuchar hablar sobre pañales, guacaras y baby showers? Por favor, que alguien me pase una AK47.

Nuevas relaciones

Por fin entraste a ese trabajo que tanto deseabas. Tus amigos te echaron porras para que te fueras lo más catrín a la entrevista, estuvieron contigo en tus momentos de angustia. Dos semanas después, te piden que te presentes el lunes a las 9 de la mañana. Gritas, prácticamente ensordeces al vecindario. ¡Obvio llegas a las 8:45! Al entrar a tu nueva chamba comienzas a relacionarte con un grupo diferente de personas. Muchos son geniales, otros apestan. Pero debes adaptarte a todo.

Comienzas a frecuentar sitios a los que antes no ibas (todo por quedar bien con la banda chida). Tus amigos sienten que ya no sales con ellos. Piensas: tienen que entender que ÉSTE es mi sueño y no lo voy a dejar. Y de ahí viene una serie de sucesos que los llevan a separarse por un tiempo.

Como pan caliente

Ah, los chismes. Esas palabras que surten de maligno encanto los cafés por las tardes. O los pasillos, los celulares, el Facebook, Twitter. Nos inundan y con la inmediatez de las comunicaciones se riegan por todos lados. Que si tú dijiste, que si él contestó, que si ella arremetió. Bah, chismes, pero que a final de cuentas ponen una brecha entre muchas amistades.

Otros intereses

Antes te gustaba ir a los antros, bailar sobre las mesas (sí, creías que estabas en Coyote Ugly). Te empinabas cuanta botella te pusieran enfrente. Al día siguiente pagabas el costo con una cruda bestial. Pero, qué diablos. Hoy por hoy prefieres acurrucarte en tu cama a ver una buena película o salir a cenar con tu quiubolesqué. Esas noches de antro son leyenda. Pero a algunos de tus amigos les gusta ir a esos lugares aún. Te invitan, pero ante tu negativa constante, terminan por olvidar que existes.

Y así con muchas cosas más: los intereses, las parejas, los miles de compromisos que ahora tienes te han alejado de tus cuates. Pero… el común denominador, en muchas ocasiones, puede ser el egoísmo y la falta de comunicación. Qué más da si se quiere casar y ser como Susanita de Mafalda o si quieren seguir en la vida de los antros.

El punto es encontrar esas cosas que los unieron alguna vez y recordar esas tardes en las que el hombro de tu amigo estaba cerca para echar la lagrimita furtiva. Vamos, es cuestión de echarle ganitas y no olvidar que los amigos son la familia que uno escoge. Así que busquen el contacto de sus cuates en sus celulares y vayan a echarse a una chela. Comiencen el 2014 en santa paz.