¿De qué trataba?

Un muchacho que vive con sus abuelos en la ciudad de Nueva York, quienes a su vez tienen una especie de pensión para toda clase de rarezas: desde parejas hippies hasta solterones con problemas de autoestima. Además, Arnold tenía a un mejor amigo llamado Harold y una eterna enamorada, llamada Helga (quien fingía odiarlo, pero lo amaba en secreto).

¿Qué la hacía alternativa?

El hecho de que era una caricatura muy urbana, con excelentes pasajes sobre los sitios neoyorquinos de interés. Y que Arnold era un personaje realmente empático, el niño cabeza de balón de la puerta de al lado, como dicen los gringos.

¿Por qué nos gustaba?

Porque la serie era muy humana, con todo lo que hace a las grandes series: amistades perdurables, viejitos chistosos, un amor imposible y personajes que podrías jurar fueron basados en personas que ya conoces.