¿Qué?

A que no sabes que en el mausoleo del Ángel de la Independencia, justo en la entrada, está la estatua de un irlandés llamado Guillén de Lampart.

¿Cómo?

Nadie sabe por qué el sujeto está ahí, como velador silencioso de todos los próceres de la patria enterrados bajo la victoria alada. El tipo llegó a México en 1640 y enseguida se autoproclamó rey de México (y de todos los gnomos que lo habitan). La inquisición lo encarceló al pobre, y lo sentenció a morir en la hoguera.

¿Y esto qué tiene de especial?

Muchos se preguntan por qué otros héroes de la patria no están, si no enterrados, al menos personificados en el monumento más importante de la ciudad. Se conjetura que fue un error (así de: ¡ups! Ya hicimos la estatua y ya la pusimos ahí, chale), y que por eso mejor lo metieron al mauselo donde casi nadie lo ve y así como que acá no pasó nada, shu shu.