Oquei, ninguna de estas opciones te convence y prefieres ser sincero. No queda de otra que sentarte con tu jefe y hablar con toda claridad. Dile que desde pequeño veías en el futbol una oportunidad para ser otra persona, para creer en lo imposible, para viajar. Dile que eras futbolista profesional hasta que te rompiste la pierna en el 88. Dile que tu padre así lo hubiera querido. Y si no afloja, dile que de cuánto se van a arreglar. No falla (o sea, estamos en México).