¿Cómo cambia la vida de un perro adoptado?

¡Wof! Digo, ¡hola! Me llamo Tomasa. Cuando era chiquita me dieron como regalo de cumpleaños a una niña que se llamaba Fernanda. Por un tiempo todo fue felicidad: me decían que era muy bonita, me dejaban dormir en la cama con Fer, me presumían con los vecinos. Pero cuando crecí demasiado empezaron los problemas. Primero dejaron de acariciarme, luego dejaron de sacarme a pasear. “Que se quede en la azotea”, dijo enojado el papá de Fernanda un día que, en una travesura, se me ocurrió morder el sillón.

En la azotea ya nadie me visitaba y a veces incluso se les olvidaba darme de comer. Además los hijos de los vecinos me maltrataban: me tiraban piedras, me jalaban la cola. Un día, para defenderme solté una mordida y eso fue lo peor que pude hacer, porque me subieron a un coche y me aventaron en un lugar lejano. Sin saber cómo regresar a casa, me dediqué a vagabundear por las calles.

Si ya de por sí estaba flaquita porque en los últimos tiempos me alimentaban mal, todo se puso peor: estaba en los huesos, comía lo que podía hurgar en los botes de basura y por eso muchas veces estaba enferma de la panza.

En la calle sufrí mucho maltrato. A veces me atraían con comida sólo para pegarme. ¿Qué clase de gente hace eso?

Una vez incluso me hirieron la pancita con un machete. Pensé que me iba a morir. Mientras cerraba los ojos, pensaba: “Qué hice mal para que me estén tratando así? Bueno, al menos ya voy a descansar”.

Cuando desperté estaba en un refugio de animales. Tenía la nariz pelada, me dolía todo, apenas y podía estar de pie.

Ahí me empezaron a curar las heridas, pero había algo que me dolía mucho más que el cuerpo: mi corazón perruno. ¡Si a ustedes les han roto el corazón seguro saben cuánto duele!

Un día me dieron una noticia: ¡alguien me había adoptado! ¿Pero quién me iba a querer si estaba toda flaca y maltratada? Nah, la verdad no me la creía.

Todavía seguía algo desconfiada. En el camino a mi nueva casa iba muy atenta por si me volvían a tirar en la calle y tenía que regresarme al refugio.

¡Pero no fue necesario! En mi nueva casa tengo una cama grandota donde puedo dormir a mis anchas.

¿Les confieso algo? A veces tengo pesadillas: me despierto pensando que estoy de nuevo en la calle. Luego abro los ojos y veo que estoy en una casa donde me quieren mucho. Y sonrío.

Mis nuevos papás me llevan al Doctor, ya tengo todas mis vacunas y dicen que ya estoy totalmente recuperada.

¿Verdad que nos vemos bien guapos y felices?

Un día recibí una noticia que fue el colmo de la felicidad: ¡tendría una hermanita! Aquí les presento a Carmela y a mi otro papá: Carlos.

Porque sé que aunque algunos no lo entiendan, una familia es una familia, no importa si es de dos papás, dos mamás, o si es un papá o una mamá solita. Lo que importa es que el amor sea los que nos mantenga unidos.

 

Hoy estoy muy feliz porque sé que Johnny y Carlos no van a abandonarme nunca. Y yo tampoco voy a dejar de quererlos por haberme cambiado la vida. ¡Lo juro desde el fondo de mi perruno corazón!

P.D. Recuerden que los perros no somos regalos ni juguetes. Yo tuve suerte, pero hay muchos perritos que siguen en las calles o terminan durmiéndolos en los antirrábicos. Aunque nos veamos tiernos de peques, no nos regales. ¡Y si ya tienes un perro, quiérelo mucho! Somos muy leales y nosotros nunca vamos a romperte el corazón.

___________

[La historia de Tomasa es real. Ella es una perrita rescatada de un albergue y luego adoptada por Johnny Carmona y Carlos Cabrera. No compres, no regales. Recuerda que adoptar a un canino (en especial a un perro adulto y/o que ha sido maltratado), es regalar una segunda oportunidad.]

También lee:

Nuevos edificios podrían omitir tener estacionamiento

Los horarios para ver gratis a Kinky, Fobia y Ely Guerra

Ya hay un puente que pasa por arriba del Templo Mayor