¿Y eso cuándo fue?
La primera vez que se rompió el condón, allá por 2005. El primogénito se llamó Sean Preston (un nombre no tan feo como esperábamos), inocente criatura cuyo padre era otro tipín ridículo sin futuro: Kevin Federline.

¿Qué decíamos que nos gustaba…?
Que la maternidad le sentaría bien a Britney: después de tantos subibajas emocionales y profesionales, por fin iba a encontrar la estabilidad que le hacía falta con un niño. ¡Con su fruto divino! Ajá, claro.

¿…Y qué nos gustaba en realidad?
Que todo se iba uniendo para que al final Britney continuara hundida en el hoyo: no sólo la maternidad no le ayudó, sino que acaso la deschavetó más (si eso era posible). ¿Alguien se acuerda del episodio “voy-manejando-traigo-al-niño-en-las-piernas-y-no-me-importa-un-pepino”? Tristísimo.