En 2009, el desaparecido Foro Shakespeare creó una compañía conformada por reclusos de Santa Martha Acatitla. A lo largo de este tiempo, el proyecto ha sido responsable de ciertos cambios trascendentes en la vida de los internos: les ofreció una fuente de trabajo digno, los sensibilizó a través del contacto con el arte y les permitió reintegrarse a la sociedad cuando la condena terminó.

En otras palabras, el Foro Shakespeare demostró que un espacio sórdido podía convertirse en el campo ideal para profundizar en la naturaleza humana y explotar el potencial del teatro en la transformación de la realidad. No se trató, claro, de una propuesta inédita, pero sí fue una prueba vital de los alcances de la literatura más allá de su entorno común.

Una década después, ya en el presente, los sanitarios Art Déco del Palacio de Bellas Artes se convirtieron en el escenario de la obra Los baños, de Paul Walker, la cual relata un drama irlandés de la década del 50, en el que el proxenetismo, la venganza y la manipulación de los medios están en el centro.

Sobre esta misma línea se inscriben otros proyectos que desencajan las estructuras tradicionales y llevan el teatro a espacios diferentes, lugares en los que el recinto y el espectador interactúan con la obra al mismo tiempo, y cuya génesis podría conducir hasta el clown, las compañías callejeras o los riesgos asumidos por la performance.

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Es el caso, por ejemplo, de Antonio Zuñiga, director de Carretera 45, centro cultural que después de varios años de jornadas itinerantes, logró asentarse en la colonia Obrera y al día de hoy realiza teatro dentro del foro, pero también en otros espacios y vecindades aledañas. En palabras de Zúñiga, la colonia les “fue ordenando lo que tenían que hacer”, y esto implicó la difícil tarea de cambiar su visión estética, discursiva e incluso lingüística.

Al principio ejecutaron el llamado “teatro invisible”, intervenciones escénicas realizadas en los vagones del Metro. Tras la necesidad de salir del recinto, se desarrolló el proyecto lúdico La gente, una reunión vecinal en la que los actores estaban “infiltrados”. Su representación más exitosa ha sido un clásico: Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y su obra más reciente, La epopeya de los recicladores, aborda la temática de la basura. El intercambio cultural dio pie a un caso particular: los miembros de carretera 45 también han experimentado una transformación profunda.

Otro proyecto de concepto similar: Movimiento Teatro Íntimo para Departamentos surgió en 2009. El grupo comenzó presentando obras en la casa de distintas personas de manera aleatoria y semanalmente la sede era cambiada. Surgió de este modo debido a la necesidad de que el trabajo de directores jóvenes cobrara visibilidad, “pues el acceso a los recintos institucionales estaba restringido a dramaturgos con larga trayectoria”.

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Tiempo después, el grupo se rebautizó como Movimiento Íntimo. Su obra más reciente, Identidad, dura tres horas; en ella, la gente llega y se va en el momento que así lo desee (cada hora cambian las reglas de representación). La puesta —como afirma Xavier Villanova, pilar del proyecto— es “una especie de sueño lúcido al que llamamos teatro de inmersión”; presenta la dinámica entre tres actores que quieren hacer una pieza sobre ellos mismos, pero fracasan porque se mezclan la vida real y los retazos de la ficción. El público, claro, es acompañado por un guía que revela los límites de la cuarta pared.

Por último, en 2015, los actores Adrián Ghar, Antonio Fortier y Pedro Giunti fundaron la productora Tres García, plataforma de teatro independiente. Su primera puesta en escena, hecha junto al colectivo poblano Los Operantes, fue Comandante Otelo, versión libre del clásico de Shakespeare adaptada por el propio Xavier Villanova y contextualizada en la guerrilla latinoamericana. Otelo, entonces, es mexicano; Yago, colombiano, y Desdémona, una reportera argentina que después de entrevistar a Otelo está dispuesta a abandonar todo para seguirlo.

Sin embargo, la vitalidad de Comandante Otelo no se encontraba solo en el traslado de un clásico hacia nuestros días, sino en el montaje y su asimilación de las teorías del teatro pobre de Grotowski: durante casi dos horas, siete actores permanecían en el escenario y utilizaban sillas, petates y guacales para delimitar los espacios.

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La obra se estrenó en el Foro Shakespeare, participó en la 38 Muestra Nacional de Teatro, ganó un par de premios, fue llevada a galerías y cafés, recorrió ocho regiones del país y demostró que el teatro puede cumplir su objetivo sin el uso de escenarios ambiciosos.

Después de Comandante Otelo ha habido otros proyectos, ya estrenados o por estrenarse, pero quizá el más arriesgado es La nueva orden del rey, una obra que invierte los procesos orgánicos del teatro. Primero, los actores convocaron a un dramaturgo y desde las necesidades, improvisaciones y consejos que le expusieron, la obra fue escrita y reescrita durante la marcha.

Así, la primera versión fue modificada por los actores y si, por ejemplo, la personalidad de un miembro del elenco era extrovertida, ese rasgo estaría en su personaje; así, la torpeza del actor en un ensayo cualquiera quedaría plasmada en el guion.

Además, La nueva orden del rey se inspira en el cine de gangsters y el serie B; su montaje será en espacios no convencionales (una bodega, un estacionamiento…) Se estrenará en abril, y en marzo darán a conocerse todos los detalles.

Más información sobre los proyectos: Facebook/ Tres García Producciones, www.carretera45teatro.com y movimientointimo.wordpress.com.

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