Hace más de 500 años, el papa Julio II tuvo la idea de construir un mausoleo. Una tumba digna, pero el líder de la iglesia católica en aquel momento no pensaba tanto en llegar al cielo, sino que aquí en la tierra fuera eterno, al menos su recuerdo, con un lugar espectacular en el corazón de la capital italiana, Roma.

Entonces, una idea así de grande necesitaba de alguien que la realizara a la altura. El papa pensó, nada más y nada menos que en unos de los artistas más populares e importantes del mundo: el autor de La Piedad de San Pedro, de la escultura de David, y un trabajo a medias en el Salón de los Quinientos en la Palazzo Vecchio, un fresco junto a otro de Leonardo Da Vinci, el gran Buonarroti, conocido más por su nombre que por su apellido, Miguel Ángel.

El joven, estrella del arte renacentista, viajó a Roma, y aquí la historia toma dos versiones, la primera que a Miguel Ángel no le entusiasmó la idea de construir este proyecto, menos de pintar, pues él recalcaba: “¡Soy escultor, no pintor!” Y otra en la que pidió más dinero y fue expulsado del lugar.

‘Pimpeando’ la Capilla Sixtina

Sin embargo, otro mensaje de la iglesia hizo que el escultor y pintor regresara por otra oferta de chamba, decorar una capilla, la Cappella Magna, lugar de actos y ceremonias papales, conocida como la Capilla Sixtina, por el papa Sixto IV quien unos años antes restauró el lugar. Hoy, es la sede del cónclave, donde el Colegio Cardenalicio se reúne cada vez que deben elegir a un nuevo papa, solo se instala una chimenea donde sale el tan anhelado humo.

Pero volvamos a nuestra historia: Miguel Ángel, aceptó el trabajo y realizó una de las obras de arte más conocido en la historia de la humanidad, nada mal para una segunda oportunidad. El azul con detalles dorados de 40 metros de largo y 13 de ancho, unos 460 metros cuadros, cambió. Y desde el año 1508 hasta 1512, Miguel Ángel, sin ayudantes, y sobre un andamio, a regañadientes porque no era experto en la técnica de la pintura al fresco, dejó a un lado los planes de Julio II y pintó prácticamente la historia de la Biblia, dejando un legado que superó el mausoleo de su primera oferta.

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La Capilla Sixtina en la CDMX

Cinco siglos después, su obra llega a la CDMX dividida en 34 reproducciones de alta calidad y en tamaño real, que nos llevan a unos centímetros de los detalles, los trazos, los colores, del artista italiano. Verlo, tan cerca, conociendo la historia, es una experiencia increíble para los amantes del arte, los curiosos y las familias. E incluso aquellos que tengan noción de La Creación, esa imagen de Dios y Adán unidos por sus dedos índices.

Y aunque el papa Julio II y Miguel Ángel no imaginaron que la obra visitaría una plaza comercial en una de las ciudades más grandes del mundo, allí está disponible para todos.

Esas 34 impresionantes imágenes son las razones para visitar la exposición La Capilla Sixtina De Miguel Ángel en Polanco, y tomarnos un selfie a una distancia que solo el artista, y luego algunos restauradores tuvieron.

Una probadita de la Capilla Sixtina… en Polanco

La exposición está abierta para personas de todas las edades. El recorrido, que empieza con un video introductorio y termina en una tienda, dura entre 30 y 90 minutos, depende del ritmo de cada uno.

Dónde: Plaza Antara, Polanco.

Cuánto: Las entradas van desde los $200 pesos por persona, entrada general, hasta los $255 pesos por una VIP, que incluye un póster. Para los adultos mayores, estudiantes y familias, hay precios especiales.

Una expo para experimentarse dentro del útero: Pedro y Juana en AGO Projects.

También hay la oportunidad de contar con equipos de audio que nos guían, ya sea con audífonos o desde nuestros teléfonos. Una oportunidad para ver una obra que, va de nuevo, cambió la historia del arte renacentista, por uno de los artistas más grandes de la humanidad. Hasta una de las Tortugas Ninjas lleva su nombre, en su honor.