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Mario Bellatin y el descubrimiento del mundo a través de la escritura

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Hace un par de meses, Sexto Piso lanzó Bola negra, novela gráfica escrita por Bellatin e ilustrada por Liniers, que cuenta la historia de un entomólogo y su práctica de la autofagia. Con esta entrevista a Mario Bellatin sabrás cómo fue su incursión en el género.

Cómo surgió la idea de adaptar Bola negra?

Cuando conocí a Liniers en ese lugar inusitado, en el fin del mundo, le dije que Bola negra podría servir. Él lo leyó y aceptó el reto. Bola negra es un texto muy concentrado en sí mismo y tiene varias historias no evidentes.

El trabajo de Liniers es muy distinto en Bola negra

Es más elaborado y perverso. Estos dibujos marcan una diferencia con el Liniers al que estamos acostumbrados.

https://giphy.com/gifs/fellini-liniers-Nq5mj4SdaVMPK

¿El entomólogo es una referencia a Kōbō Abe?

Sí, se me ocurrió por La mujer de la arena. A principios de los 2000, quizá en 2002, una revista francesa me pidió un texto gastronómico, pero yo escribí sobre anticomida. Después hice una ópera con Marcela Rodríguez; en esa adaptación, la historia se desarrolla en Ciudad Juárez. A veces, reflejar la realidad de manera directa no es tan eficiente como tomar distancia. El escenario es un lugar exótico, un Japón imaginario, pero en verdad todo ocurre aquí. La violencia del entomólogo, al comerse a sí mismo, representa la situación de Ciudad Juárez.

¿Cómo creas un universo narrativo?

Es un trabajo muy arduo y sutil. Se trata de que los puntos de unión no se noten. Muchas veces doy vueltas sobre lo mismo para descubrir cuáles son los elementos que posee la escritura en sí misma, y no los que el escritor tiene. Para eso debo alejarme, releer, imprimir y volver sobre lo mismo; trato de quedarme en el grado cero y ser un conductor, una especie de médium. Se cree que un autor siempre tiene algo que expresar. Yo no tengo nada que decir particularmente, sólo quiero escribir.

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¿Partes de un postulado para escribir? Por ejemplo: sólo se va a hablar de todo lo que sea de color blanco…

Los descubrimientos se dan a través de la misma escritura. Si hago dos páginas que no tienen sentido, entonces vuelvo a ellas, las edito y me quedo con aquello a lo que sí le hallé sentido.

Nunca sé cuál va a ser mi siguiente libro, ni cómo va a ser. Es algo que se va mostrando en ese momento y me da las pautas para crear una estructura rígida. Dicha estructura debe surgir de la propia obra y no de una idea preconciba. El propio texto tiene que dar la idea y las pistas.

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¿Cómo es que la obra te da el sistema de reglas?

Hay que diferenciar. Como siempre pensamos de manera binaria, parece que yo llego, estoy inspirado y escribo sin parar. Y no es así. Hay que volver y volver hasta que se es más estricto que lo estricto. Si se tiene una estructura previa, se corre el riesgo de hacer un producto estandarizado, cuya repetición produce imitadores de sí mismos. La línea divisoria entre estilo y receta es muy endeble.

Para mí es un honor que alguien se acerque a uno de mis textos y lo reconozca. Quiero conseguir una escritura propia y no contar cosas propias. La forma cómo se construye ese universo debe ser mía. En Latinoamérica hay autores que lo han logrado. Si lees una página de Onetti, intuyes que es Onetti. Lo mismo pasa con Rulfo o Lezama Lima. En cambio, existen muchos casos de autores que no pueden ser distinguidos; escritores que se basan en formas hechas y en temas que ya fueron contados antes.

Creo que los autores más grandes enfrentan al lenguaje como a un enemigo

Por supuesto, desconfiamos mucho del lenguaje. ¿Por qué crees que no hay grandes autores contemporáneos en España?

Tiene que ver con la industria editorial

Antes pensaba eso, pero también está relacionado con el franquismo y con la idea de que creen que son dueños del lenguaje. Entonces, no le tienen miedo. Escriben, por ejemplo: «Juan estaba enfurruñado porque es un gilipollas». Sus traducciones tampoco ponen en duda el lenguaje. No quiero ser tan radical, pero los narradores españoles de los últimos 30 años no me dicen nada.

No se debe creer que el lenguaje es un vehículo. El lenguaje es, en sí mismo, toda una construcción. Uno tiene la difícil tarea de que no se note que estás quebrando la sintaxis. Tampoco se trata de hacer algo experimental o ilegible, sino de poner una marca relacionada con la forma que cada persona tiene de entender el mundo. En escritores como Rulfo, Onetti, Elizondo, Lezama Lima y cierto Donoso hay una desconfianza completa hacia el lenguaje. Para ellos el lenguaje es un enemigo al que hay que vencer, retorcer, ahorcar, matar y volver a inventar. A veces, cuando alguien se acerca al lenguaje como un aliado, se debe a la noción de que al escritor le basta con tener ideas distintas, y que el oficio se trata de decir cosas y no de la forma en que éstas son dichas.

Si te gustó la entrevista a Mario Bellatin, checa este video de la FIL de Guadalajara 2017

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