Por: Mariana Camacho

Si a los canarios cantando en sus jaullas le sumamos la vegetación y los ventanales que tienen vista a Reforma, el lugar resulta bastante atractivo para pasar el rato durante el desayuno y/o la comida.

Sus cartas fuertes son, principalmente los pescados y mariscos. Los sirven en las presentaciones clásicas: a la diabla, a la veracruzana o al mojo de ajo; la variación está en que las presentaciones son más ‘limpias’ (o sea de buen tamaño, poco grasosas).

De las especialidades, el pescado cubierto en una costra de sal es muy rico: la carne es bastante suave, y justo después de que lo deshuesan frente a tu mesa, llega humeante y en su punto al plato. Pese a estar cubierto en sal, el platillo no es para nada salado, todo el sabor es del pescado, basta con agregarle un chorrito de aceite de oliva.

Justo porque la cocina no es sofisticada (o pretenciosa) los precios parecen elevados, pero las porciones y el servicio lo valen. El ambiente no es juvenil (se presta más para negocios o comidas familiares) pero tampoco raya en el exceso de lo protocolario.