Cuando me lo platicaron sonaba demasiado bueno: “Quien le surte mariscos al Contramar va a abrir un changarrito de mariscos muy barato en la Condesa”. Pues resultó verdad, aunque tardé en comprobarlo, porque casi desde el primer día de su apertura es casi imposible encontrar lugar a la hora de la comida.

Llama la atención su menú, que combina empanadas argentinas con recetas mexicanas, y se sale con la suya dándole un nuevo sabor a las quesadillas de jaiba o de camarón. Sus ceviches y aguachiles –ya sean rojos o verdes– son perfectos para compartir. Además tienen filetes de pescado con arroz y ensalada, manos de cangrejo (en temporada) y tostadas de casi todo lo que hay en la cocina.

En realidad no encuentro mejor invitación para una marisquería que decir lo increíblemente súper fresco que están siempre los mariscos y pescados que ofrecen, lo poco y muy bien condimentados de sus ceviches y salsas, y el ambiente de marisquería de barrio (en este caso fashion) con que cuenta el local, con sus pequeños mosaicos como de alberca que cubren el lugar, dándole una atmósfera muy atinada como para ir a curarse la cruda ahí y no en cualquier otro lugar, con una cerveza muy fría y un fresquísimo ceviche de sierra, a medio camino entre picosito y sofisticado, ni peruano ni mexicano ni argentino… acaso condechi.

No esperes encontrarte con la onda de Valle de Bravo que tiene el Contramar, esto es todo lo contrario: chiquito, mesas y vajillas de plástico, y luces de neón en el techo. La verdad podrías haber pasado por ahí mil veces sin darte cuenta de que existía, pero una vez que lo conozcas será difícil que no vuelvas a ir.

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