Un buen japonés es lo que faltaba para completar la oferta en la avenida Juan Salvador Agraz, el novísimo corredor gastronómico de Santa Fe.
Increíble pero la última calle de esta zona es el epicentro del buen comer chilango. Ahora el Japonez, originario de la Condesa, se mimetizó perfectamente con los locales preexistentes en la plaza Espacio. Aunque la competencia es fuerte, todos estos restaurantes tienen largas filas para entrar, sobre todo en domingo. Aquí el decorado es infinitamente más sofisticado que su hermano mayor, tiene una enorme pared de plantas naturales que van de lado a lado y de piso a techo, por lo que se siente fresco, amplio. El techo está cubierto de pequeños cuadrados de madera que resultan en una textura irregular muy llamativa y que ayudan a la acústica, la música es buena, hasta DJ tienen los jueves.
Guante la comida la concurrencia es inmejorable y variadita; señoras en grupo, guapas chicas de festejo, ejecutivos locales y distinguidos miembros de la farándula que se ven atraídos por el acogedor espacio y las delicias de la comida oriental. Cabe destara que la carta es idéntica en las dos sucursales pero en este nuevo espacio sí hay planchas de tepanyaki por lo que se agregaron unos cuantos nuevos platillos.
Para disfrutar la experiencia gastronómica se pueden ordenar algunas piezas de sushi, destaca entre todas la de hongo shitake, deliciosamente marinado, por su presentación parece que abraza al trozo de arroz.
En la mis línea es imperdonable el gran clásico de los rollos de la casa, el ‘Mango Tango’, una sabrosa combinación cubierta de una delgada capa de amarilla fruta. El contraste de sabores dulces y salado es el secreto.
Si pides al centro, selecciona el ‘black cod’ que es ideal para compartir. Es un rico filete del hermano americano del bacalao que se sirve sólo en temporada, vine doradito y marinado con una salsa dulzona especialmente creada por el chef. Es fantástico, un bocado de sabor muy intenso que se disfruta más por su delicada textura casi de mantequilla. Se presenta convenientemente pre-rebanado para poder tomar delgadas pero consistentes porciones con los palillos.
Las estrellitas más brillantes del menú son sin duda los tepanyakis, los hay de Foie Gras, de Kobe y el máximo placer es combinado.
Una mezcla impresionante que se logra por los intensos sabores del hígado y la suave textura del rib eye Kobe. Todo se cocina en un instante y luego prácticamente se deshace en la boca.
Con semejantes delicias, nada mejor que un vino de entre más o menos unas cien etiquetas, si de plano no es lo tuyo, pide al amable gerente que te oriente sobre el mejor sake para la ocasión, los hay calientes y fríos, con o sin gingsen, por copita, garrafa para dos y hasta botella.
El postre de la casa es un rico preparado de tapioca con helado de vainilla, la textura obliga a terminar con la porción, simplemente exquisito. El servicio es impecable.