Es el más joven de las cuatro sucursales pero el que mejor pinta de francesito tiene.

Si ya conoces el de Condesa, San Ángel o Santa Fe, quizá no te emocione comer en el nuevo Bistro Mosaico de Polanco: el menú y las especialidades son las mismas (comida francesa tradicional, sin muchas sorpresas). Eso sí con una ubicación que lo vale todo y en una atmósfera acogedora muy francesita con tonos rojos y toques de madera, de los cuatro es el más espacioso (tanto en la tienda, como en el comedor). Como política, no aceptan reservaciones, (democrático a lo francés) lo mejor es llegar antes de las tres para encontrar un mesa o resignarse a esperar en la barra con un poco de jamón serrano. Lo que sigue es elegir del menú fijo o del pizarrón con sugerencias del día. Una de las sugerencias del menú es el steak tártara, que preparan al momento directo en la mesa o la sopa de cebolla (muy tradicional y de buena proporción) o una ensalada con queso de cabra con tres quesos (y tres lechugas) con una clásica vinagreta bien hecha. Entre las cartas fuertes, el filete a la pimienta debería despuntar: la salsa es rica (picante y no muy cremosa) pero la carne no es la mejor. A lo que no se le puede reprochar nada es a las papas fritas: son delgaditas, crujientes y debidamente saladas. El pollo salteado con mostaza de Dijon es otra buena opción, o el codero para cerrar con un pastel crujiente de avellanas. Por la mañana, la carta de desayunos presume de sus fritatas (un omellete de claras) que se preparan con cualquier ingrediente extra. El servicio es atento y correcto hasta que llega la cuenta y exige su propina. Francamente podría mejorar o como dicen los fanceses: peut mieux faire.