Es un hecho que en la ciudad de México es importante hacer una reservación para llegar y que te atiendan bien y de buenas. Sin embargo cuando sales a buscar una comida casual de media tarde y ves un lugar desenfadado bajo el nombre de Bar Tomate, no imaginas que debes superar dos hostess insistiendo con una reservación a media semana. A pesar de este episodio, subes por el elevador y te encuentras con un lugar fresco, novedoso y bonito.

La decoración es sencilla y el local es muy espacioso. Su barra está impecablemente decorada, tiene toques mediterráneos y naturales que te transportan a la estancia de algún exclusivo lugar de Barcelona o la Riviera Francesa.

La carta de bebidas es normalita y cuenta con los licores de cajón. Así que si buscas experimentar hay pocas cosas que sorprenden, pero las hay. Entre ellas destaca el mojito frutal. Lleva manzana y pepino macerado. También una mención especial al martini de jengibre, un trago original de la casa que es delicioso pues consigue un equilibrio único entre el alcohol y acidito sabor de esta raíz.

Su cava tiene una amplia selección de vinos españoles y nacionales. Hay desde un Vino de Piedra, hasta un 5º Valbuena y muchos más.

Es una propuesta gastronómica 100% española, con tapas, montaditos y cocas; por supuesto hay tomates en todas sus variedades y presentaciones. Eso si es de aperitivos y de comidas y cenas ligeras. La onda es botanera y las porciones no muy grandes.

La música es variada, tirándole a éxitos “poperos” en inglés y una que otra filtración de sencillos de alguna banda alternativa, pero definitivamente nada con personalidad propia, bastante desangelado el asunto.

Lo mismo pasa con la clientela, que se reduce a señoras de Polanco que se reúnen para echar la copa con las amigas o despistados oficinistas en busca de un nuevo lugar para comer o que llegan directo al after office.