En la bandeja de entrada de mi correo decía “Dale una leída. Abrazo, Maribel”. Lo firmaba mi querida Maribel Quiroga y contenía un artículo publicado el 3 de marzo por Whitepaper que lanzaba el cuestionamiento: “¿Por qué no existen grandes cadenas de tacos en México?”.

El reportaje hacía una revisión de las principales cadenas de taquerías y los varios intentos de diversos grupos de inversión por meterle lana a grandes marcas; e incluía una comparativa entre las cadenas de comida rápida en México y Estados Unidos: mientras que en nuestro país existen 400 sucursales de KFC, casi 700 de Liittle Caesar’s y otras 400 de Burger King, no hay una cadena de tacos que se le acerque con una presencia similar. Lo que sí ocurre al norte de la frontera con negocios como Del Taco –que hoy tiene más de 600 restaurantes en la unión americana– y Tacombi, taquería de Playa del Carmen que no hace mucho recibió cerca de 30 millones de dólares para expandirse en Estados Unidos y que, actualmente, ya cuenta con 16 establecimientos en Miami, Nueva York y Washington.

¿Qué es lo que impide que una taquería pueda expandirse de una manera digna? Conocemos –y de sobra– la historia del gran negocio (de lo que sea) que, al abrir más sucursales o franquiciar, pierde todo tipo de credibilidad, sobre todo, cuando sacrifican calidad y atención al detalle en áreas del negocio. Personalmente, siempre defendí el caso del primer Tizoncito porque creía que, a pesar de sus decenas de sucursales, en la matriz de la Condesa se mantenían firmes en ofrecer buenos tacos, incluyendo el que, según ellos es, el primer taco al pastor de la ciudad. Pues ni el taco ni el servicio, ni nada. No voy al Califa o a Taquearte, dos de las que aumentaron sus sedes durante la última década, por su taco de trompo pintado y sus precios que no ayudan. Y así otros que, después de estar por todos lados, casi ya no se ven, como El Fogoncito, el Taco Inn o El Farolito. Y es que hay que decirlo: han venido a menos. Un ejemplo de lo contrario es El Charco de las Ranas, que mantiene su calidad a tope y que lleva décadas con sólo tres sucursales.

Una taquería, cuando nace, lo hace pensando en ofrecer un producto bueno. Es claro que el objetivo último es el negocio, pero si la misma pasión que se le mete a la creación, se concentrara en mantenerlo a prueba de balas, entonces la taquería podría vivir en el tiempo. Así nacen los clásicos. Personalmente creo que hay un solo restaurante en los últimos tiempos que ha defendido a muerte su calidad sin achicarse ante la expansión. Y ese es La Casa de Toño.

¿Será Estados Unidos el que logre estandarizar, comunicar y ejecutar bien los tacos de una manera masiva? El tiempo, al parecer no muy lejano, lo dirá.

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