- Yo juego a la comidita.
- Siempre me da miedo
probar mis comiditas. - No puedo seguir una
receta. - Yo no soy chef.
Nunca me imaginé cocinando
más que un cereal. Un día me arriesgué muchísimo y freí un huevo. Jamás lo pensé, pero
quedó comestible: WIN.
Algún tiempo después decidí
tomar otro reto: freir una tortilla para ponérsela abajo y hacer una
salsa para huevos rancheros. ¡MOCOS! , me lo dí. Objetivo completado
y con éxito.
Sin proponérmelo encontré mi pasión.
Algo por lo que valía la pena salir de la cama cuando estaba
sola, lavar los platos (y con mucha hueva las ollas y sartenes), salir
al súper, investigar los recovecos de la ciudad para encontrar nuevos
ingredientes (y secretos culinarios… ya les contaré cómo hacer y
comprar buttermilk lista para usarse, por ejemplo) y hacer de mi cocina
un parque de diversiones extrasensorial.
- Nunca uso la cantidad
correcta de sal. - Como no huelo, por
el cigarro, las cosas se me queman a veces y no me entero. - Si hay un horno de
por medio, SEGURO me quemo.
Conforme ha pasado el tiempo y
me campechaneo la cocina con el resto de mi vida, descubro en ella una
compañera incondicional. Una amiga que me ayuda a hacer lo que necesito
en el momento preciso. Y como con toda amistad, a veces una de las dos
sale lastimada… pero eso es justo lo bonito. Que aprendemos la una
de la otra, que nos contamos historias con sabores, olores y colores.
Que nos ayudamos y nos damos consejos. Es la única que me aguanta cuando
llega el momento mal pedo del mes y sigue dándole a mis días un motivo
más para ser increíbles. Porque los hacemos juntas y luego los compartimos
con los demás.
- Esto no es una clase
de cocina. - Esto no es un recetario.
- Esto no es un diario.
Es un esfuerzo por compartir experiencias
con todo aquel que ose tomar el reto de conocer y compartir la cocina
como parte de sí mismo. Y todo porque no hay nada más increible que
recibir una sonrisa, aunque sea en el espejo porque lo que hiciste quedó
chingón.
¡Güelcom chefs! ¿Qué cenamos
hoy?