Hay días que despertamos odiando nuestras vidas por ser un Godínez; extrañamos ser estudiante y tener la vida solucionada. Esa época donde todo era más fácil y las sonrisas fluían sin tanta complicación (¿o no?). Para recordar esa larga temporada de nuestras vidas, hagamos una comparativa de lo bueno y lo malo de ser estudiante:

Lo bueno

A la gran mayoría nos mantenían nuestros papás.

– Teníamos la mitad del día libre, fuera de la escuela.

– No teníamos deudas y responsabilidades económicas como las de ahora.

– Teníamos muchas vacaciones: puentes, verano y navidades.

Las tareas en equipo terminaba en fiesta.

– Entre clase y clase íbamos a los bares de los alrededores por unas chelas.

– El futuro incierto resultaba emocionante.

– No tomábamos tan enserio la vida, todo fluía más fácil, sin tantas complicaciones.

– Cambiábamos de novio(a) como de calzones, era época de experimentar todo tipo de cosas.

Con poquito dinero lográbamos organizar un fiestón.

– Podías faltar a clases y no era tan grave como faltar a la oficina.

Conocíamos mucha gente todos los días.

– Aprender cosas nuevas diario era increíble.

– Teníamos más tiempo para leer.

– Éramos más inocentes.

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Lo malo

Cargábamos una mochilas tan pesadas que pudimos quedar chuecos.

– No teníamos nuestro propio dinero para viajar y darnos lujitos.

– Las tareas resultaban lo más tedioso y horrible del planeta.

Teníamos un estrés horrible por las calificaciones de cada mes.

– Pensábamos en extraordinarios y ese tipo de problemática.

– Queríamos trabajar y los horarios escolares intervenían.

– Seguíamos pidiendo permiso para salir.

– Comíamos el triple que ahora. La chatarrita estudiantil era el pan de cada día.

– No metíamos unos súper desvelones haciendo tarea y estudiando.

– Nos sentíamos tetos cuando ligábamos y teníamos que contestar: sí, aún soy estudiante.

Dependíamos económicamente de nuestros padres.

– Las críticas nos afectaban muchísimo.

– No teníamos ni idea de cuánto importa la experiencia laboral.

– Recibíamos castigos por mal comportamiento o por malas calificaciones.

Los meses de entregas eran una pesadilla.

– No haber aprovechado más ciertas cosas que ahora lamentamos.