Paul Zaloom es un tipo inquietante. Tenía a un auditorio lleno de personas en vilo por su presencia, la conferencia de prensa donde se anunciarían las actividades del 75 aniversario del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se había retrasado un poco.

“Se está caracterizando”, dijeron algunas voces, pero detrás de ellos apareció, rodeado de flashes, Beakman. Ese hombre que muchos treintañeros crecimos viendo por televisión mientras le aprendíamos uno que otro truco de ciencia estaba ahí con un café en mano explicando que para peinarse con los pelos parados metió un dedo en el enchufe de electricidad.

Durante la presentación se dijeron muchas cosas, se habló de ciencia, de la importancia de difundirla, del furor que había causado la presencia de Beakman –comparable, sólo hipotéticamente, con la presencia de Sheldon Cooper–. De cómo estos encuentros de ciencia llevan casi 100 años realizándose. Entonces, otra vez, Beakman robaba miradas. Sí, se paró de improvisto, interrumpió la conferencia y se dirigió a una asistente: “hay una bolsa verde con un gran hongo en ella, es mía, ¿podrías pasarme mi iPad?”.

Acto seguido comenzó a tomar fotos, pidió que la gente le tomara fotos mientras él hacía un paneo y después pidió que los presentes agitaran las manos mientras él los filmaba. “Sé lo que están pensando en este momento… Beakman es un idiota”, dijo mientras hacía sus tomas. “Es que si no hago esto, cuando le cuento a mis amigos y a mi familia en casa no me creen que soy famoso”, explicaría más tarde. Y quizá, es cierto, en su cuenta de Twitter (@PaulZaloom) apenas tiene 2900 seguidores y contando.

Dejando de lado la ciencia, gran parte de la conferencia se centró en Beakman, quien más que actor y científico, es, más bien, un performer que centra su trabajo en el teatro de marionetas y se define a si mismo como un titiritero.

Lo que Beakman dijo:

– Voy a hacer una declaración abierta, primer que nada quiero agradecer a todos por invitarme aquí, a la UNAM, es genial. Y también quiero disculparme con todos por no hablar español, creo que todos los estadounidenses deberíamos hablar español. Lo que sí estudié muchos años es francés, así que lo hablo, ¿eso ayuda?

Todo lo que estos tipos dijeron de mí –los académicos de la UNAM– no esverdad, excepto esa parte donde dicen que estuve en prisión. Gracias por invitarme, estoy un poco abrumado por el calor de su respuesta, pero gracias.

–¿Qué opinas del furor que ha causado tu visita a la UNAM?

– Me siento como aquel músico llamado Rodríguez –Sixto Díaz Rodríguez un músico mexicoamericano muy famoso en África, pero desconocido en Estados Unidos durante los setenta– que descubrió que era muy popular en Sudáfrica y así es para mi esto, soy un Rodríguez.

–¿Por qué es importante que haya ciencia en la vida de los niños?

– Creo que hay una respuesta obvia: hay muchos problemas que enfrentaremos en el futuro y necesitamos mucha gente inteligente que estudie ciencia y sientan pasión por ella, para poder resolver estos problemas. Y también creo que desde el punto de vista de un artista, lo que es grandioso de educar sobre ciencia es que es una manera distinta de ver el mundo, una manera distinta de percibir lo que está pasando. Existe la posibilidad de que la gente se vuelva curiosa y que pueda ver las cosas y pensar “¿por qué eso hace aquello?, ¿porqué eso tiene ese aspecto?, ¿cómo funciona aquello?” Lo interesante de la ciencia es la curiosidad que engendra y que puedes cultivarla.

– ¿Alguna vez le has explicado a un niño cómo se hacen los bebés o les has hablado de sexo?

– Vengo de los Estados Unidos y no le hablamos sobre sexo a los niños. Aunque, desafortunadamente, los niños ven imágenes sexuales en la televisión, en anuncios, en revistas. No soy un puritano, pero pienso que es extraño para un niño de tres años ver un anuncio gigante con una mujer desnuda. En el show, el canal nos dejaba abordar algunos temas que le interesan a los niños, pero que hacen sentir incómodos a los adultos.

Por ejemplo, una vez hicimos un programa sobre mocos y subí por una nariz gigante, como un astronauta. Quisimos hacer uno sobre pedos, pero el canal no nos dejó, esto porque Lester –el sujeto en el traje de rata– se pedorreaba como 2 mil quinientas veces durante un programa. Pero también hicimos programas sobre la gravedad, principios en física, biología, pero también creíamos que era importante hablar de cosas que le interesaran a los niños, como las espinillas o los barros. El tipo que inventó el programa se llama Juk Church y lo hizo como una tira cómica para el periódico, así nació Beakman.

– ¿Cómo hacían para que eso fuera entendible para la gente, especialmente niños?

Había un gran equipo, escritores, investigadores, productores, gente que construía cosas como escenarios y utilería que necesitábamos para demostrar las cosas. Eran al menos 50 o 60 personas. Los escritores necesitaban tomar temas complicados y encontrar una forma de hervirlos, destilarlos y condensarlos, para que pudieras hacerlos rápido y para niños.

– ¿Cómo hacían para que la ciencia fuera divertida sin trivializarla? Porque actualmente hay programas como Big Bang Theory o Breaking Bad que la trivializan un poco.

– Algo que hacía genial a Beakman es que hacía que la ciencia fuera cool, extraña y un poco tonta. Y me interesa mucho en particular la idea del paralelismo entre un artista y un científico, las similitudes entre el proceso de uno y otro. Toma estas cosas que son opuestas y no tienen relación, pero de hecho tienen mucho en común. Es muy importante que la gente que trabaja en ciencia piense en formas muy creativas e inusuales, es decir, fuera de la caja eso es lo que pueden aprender de los artistas.

Los científicos no son solo geeks –yo lo soy–, un dato interesante es que en Estados Unidos, el 52 % de la audiencia eran adultos. Y eso era porque disfrutaban viendo mi bello rostro y mi multipremiado cabello y mi gigantesca nariz. La ciencia es considerada inescrutable, muy difícil de entender, mucha gente dice “no la entiendo”. Entonces decían, si veo un programa para niños la entenderé. Y no era nuestro trabajo enseñar todo, no es una escuela, era televisión. Lo que buscábamos era, simplemente, abrir la puerta, que la ciencia no fuera tan espantosa, sino divertida y creativa.

– Vivimos en un momento donde la ciencia es cool y ser geek no está nada mal, ¿qué opinas de eso?

– ¡No lo sé!, pero creo que cualquier cosa que pueda hacer que la gente piense que abierta y libremente que la ciencia es algo bueno. El geek en Estados Unidos se ha convertido en un arquetipo popular y ya no está considerado algo malo. Una de las cosas interesantes del programa es que veías humor y eso puede derribar barreras y hacer las cosas más amables. Esa es la fortaleza del humor.

– Hace mucho que no te vemos en televisión ¿qué tipo de cosas veremos en este par de shows en vivo?

– Cuando me invitaron me dijeron que habría 800 personas –ahora se esperan 8 mil–, traje un show de baja escala y poco tecnológico, pero tenemos videos y esperamos que se puedan proyectar bien. Tengo varias demostraciones que tienen que ver con la presión del aire y el centro de gravedad, cómo nuestro cerebro es usado para ciertas cosas que cambian nuestra percepción, por ejemplo, ilusiones ópticas. También haré baile interpretativo completamente desnudo –esto últimos es broma aunque lo dijo muy en serio–.

– ¿Cómo ha influido Beakman en la vida de Paul Zaloom?

– Aprendí mucho sobre ciencia y producción de televisión. También a comunicar cosas complicadas de manera sencilla. No ha cambiado mucho mi vida personal porque nadie me reconoce en los Estados Unidos y no soy tan conocido allá. No me quejo. Pero es interesante la sensibilidad de mi show de televisión en América Latina donde la gente responde de manera tan fuerte, eso es interesante.

Me di cuenta de ello cuando fui a Brasil por primera vez y la audiencia para el show eran 3 mil personas, estaban detrás de una valla como si fuera un concierto de rock y gritaban, una mujer se desmayó y tuvieron que sacarla levantada. Mi reacción fue “¡Qué demonios!”, un par de días antes, en la escuela primaria César Chavez, en Coachella, California, hice dos shows en la cafetería con 250 niños cada uno. Fue muy padre ver a los niños en la escuela, su curiosidad la pude sentir desde el escenario y eso me emocionó. Eso es importante porque necesitamos que la gente latina se involucre en la ciencia porque en los Estados Unidos en unos 20 años los caucásicos no seguirán siendo una mayoría y creo que eso es bueno.