Te levantas por la mañana como de costumbre, es decir, tarde, con el tiempo encima para ir a trabajar. Bajas a la cochera y te topas con que tu auto no está, ni el de tus vecinos. Entonces decides asomarte a la calle. Te das cuenta de que por ningún lado hay rastro de coches.

Una neblina rosa –como en Un día sin mexicanos– se los llevó a todos de la ciudad.

¿A qué cosas buenas y malas te enfrentarías si esto pasara?

Te ves obligado a caminar largas distancias, con el tiempo encima

No tienes opción. Que te quede claro: ¡no existen los autos! Y te vamos informando que también desapareció el transporte público, no hay taxis ni nada; menos Metrobús. Si vivieras en el Estado de México tal vez habría bicitaxis, pero no, tú habitas en chilangolandia. Ni modo, a caminar. Llegarás tarde a tu trabajo, una vez más. Y, ahora, ¿cuál será tu pretexto? No hubo nada de tráfico.

Cargas como burro

¡Qué bonito se siente echar todo en la cajuela y que el coche cargue! Pero hoy no. Nada de ‘sentar’ la bolsa o el morral en el asiento trasero. O el abrigo, o la comida –porque obvio eres Godínez y cargas tu lonchera o tu bolsita de papel estraza–. En esta desesperada aventura por llegar a trabajar todo lo deberás llevar tú, en tus espaldas.

Te iniciarás en el mundo de la Ecobici

Por suerte, tramitaste tu tarjeta para usar la Ecobici un día en el que quisiste quedar bien con un ligue. Fiu. Hoy, veinte minutos después de caminar y cargar, llegas a una estación, y te trepas en dos ruedas. Andar en bici no es tan malo. Pero no queremos contarte el dolor de piernas que tendrás al otro día porque nunca habías sido tan fan de pedalear. Pero ten cuidado, si llueve, además de que quedarás hecho una sopa, tu ropa y zapatos finísimos se estropearán.

Evitarás el tráfico desquiciante

Sin autos habría más espacio en las vialidades para, por ejemplo, las bicicletas. Adiós al tráfico de las 7, 8 o 9 de la mañana. Corrijo, de todo el día. Parece que en esta ciudad las vías siempre están congestionadas. Ya no tendrás que lidiar con uno de los factores estresantes que más detestamos los chilangos.

Te ahorrarás mucho dinero en gasolina

Casi todo el viaje te salió gratis, a excepción de tu cuota por la Ecobici. Bien valió la pena el recorrido: respiraste aire fresco e hiciste un poco de ejercicio, ese que te falta practicar para bajar la gran panza que te cargas.

No tendrás que buscar dónde estacionarte

No todos son afortunados y tienen un lugar de estacionamiento en el trabajo. En el día sin auto evitaste la extenuante búsqueda de un lugar en Polanco o la Juárez. ¡Hasta el parquímetro te ahorraste!. En el peor de los casos, los viene-viene estarán bloqueando las calles porque las cubetas siguen en los lugares apartados, hoy nadie compitió por ellos.

¿Y los polis?

Los agentes de tránsito estarán desayunando cómodamente, como suelen hacerlo a diario, pero ahora sin cláxones resonando a su alrededor. Otros estarán moviendo los cables de los semáforos sin sentido. Los conductores de bicicletas y los peatones esperarán con paciencia.

No habrá limpiaparabrisas

Este día no te toparás con los limpiaparabrisas en cada semáforo, ni harán más nítida tu visión, ni te quitarán tus pesos, ni te harán mala cara si no les das dinero. Este, es que esa función de limpiar el parabrisas ya está incluida en tu coche, y no es chido tener que ir regalando tu dinero, aunque sean sólo unos pesos.

Ni vendedores…

Tampoco tendrás que lidiar con los vendedores que en los mismos semáforos, o incluso en Viaducto y Periférico, ofrecen toda una gran variedad de productos, desde paquetes de desayuno con sandwich, jugo y fruta incluidos, hasta cargadores de celulares, ventiladores portátiles, matamoscas eléctricos, entre otros. ¿Dónde habrán quedado?

Pero, bueno, te tenemos una noticia: todo fue un sueño o una pesadilla, según como lo mires. Tu auto está sano y salvo en el estacionamiento o con el viene-viene de confianza. Menos mal.

Piénsalo. Un día sin coche tiene sus pros y sus contras, podrías pasártela muy bien sin él pero también debemos reconocer que es de gran ayuda, sin caer en la dependencia que para varios es el pan de cada día.