El cliché
La chica gorda, despeinada, con anteojos, brackets, vello facial o dermatitis (estas características no deben de ir juntas, hablamos de comedias románticas, no de monstruos), sufre un rechazo más de su príncipe azul, entonces decide arrasar con su tarjeta de crédito un cambio de look que no sólo le quita sus imperfecciones sino que por alguna razón mágica, embellece sus atributos antes guardados.

La fórmula
Como por algún milagro, como si Jesús la tocara y ¡fum! Ya tiene boobs, unas piernas contorneadas o un abdomen MeganFoxiano. Sí, claro.

Lo peor
Si esta chica era tan guapa a pesar de sus defectos, porque su “amorcito” jamás se dio cuenta. Seamos sinceros aunque seamos feos como el lepra, intentamos siempre resaltar nuestros rasgos estéticos.

La mentada de madre
Pero en las rom-coms, la única manera de ser deseada es a través del consumismo: entre más ropa y cambios de look, la sociedad te querrá. Pobre Marx, se retuerce en su tumba.