Los libros de Amalia Andrade nos han acompañado en el dolor de corazón roto (con Uno siempre cambia al amor de su vida, por otro amor o por otra vida), nos han abrazado en nuestros miedos (con Cosas que piensas cuando te muerdes las uñas), y hasta nos han adentrado en un mundo magicomístico (con Tarot Magicomístico de Estrellas Pop), pero ahora nos lleva a un terreno del que poco o nada queremos hablar en No sé cómo mostrar dónde me duele (Planeta 2023).

En este libro, la escritora colombiana habla mucho del dolor y sobre cómo mostrarlo. Nos confronta con esas emociones que están más del lado de la oscuridad de nuestro ser, sobre el vacío que llevamos en la boca del estómago y sobre cómo detrás de fotos, dibujos, poemas y canciones que presenta la autora, está la herramienta más certera para decir dónde nos duele lo que nos duele.

Amalia Andrade. Fotos, cortesía Planeta.
Amalia Andrade. Fotos, cortesía Planeta.

Por medio de esa narrativa tan sincera y divertida, con la que nos identificamos, Amalia habla de las emociones que encapsulamos y causan incomodidad, nos lleva a esa conversación sobre la responsabilidad afectiva y la sobresaturación de mensajes, y nos guía con un soundtrack donde aparecen canciones de Shakira, Grupo Niche, Haim y Café Tacuba.

“Hace diez años no hablábamos de salud mental como lo hacemos hoy. Hoy tenemos una sobresaturación de información, pero no tenemos ni idea qué hacer con ella. Sabemos tan poco que acá estamos, apenas entendiendo nuestras emociones”, escribe la autora.

Para saber más sobre No sé cómo mostrar dónde me duele, hablamos con Amalia Andrade.

Anteriormente nos dijiste que un golpe en el dedo chiquito del pie podía ayudar a olvidar el dolor por un amor, pero en efecto ahora abundas en otro tipo de dolores.

Fue un libro difícil de hacer porque atravesaba momentos difíciles, las palabras no estaban ahí al alcance, no quería escribir y me tocó echar mano de otros recursos. Es ahí donde decidí tomar fotos y estas son muy importantes para mí porque son como textos, las palabras que no podía enunciar en su momento. Fue un libro catártico, un reto personal significativo, un viaje.

Dices que la pandemia te salvó de alguna manera, ¿cómo fue esto?

Es irónico y profundamente doloroso, porque la pandemia rompió a muchas familias, se llevó tantas vidas y no soy ajena a eso, pero irónicamente a mí me salvó: yo estaba en la peor depresión de mi vida, no me sentía equipada para estar funcional, para salir al mundo y trabajar, sobre todo con lo que yo hago. No soy invisible, me gustaría, pero yo no quería que nadie me notara, sentía que salía a la calle y cualquier extraño podía verme la tristeza en la cara. A mí me salvó la pandemia porque no tuve que recluirme en una clínica mental, la clínica mental fue mi casa.

Ahora que está publicado el libro, ¿cómo ves el resultado de todo lo que transitaste?

Fue muy duro pero necesario. La sensación que yo tenía es que si yo me entregaba al dolor, este me iba a tragar y me iba a morir de dolor. Me di cuenta de que no y me tocó atravesar el dolor como un regalo muy grande que logré gracias a mi terapeuta. Ahora puedo ver que el dolor no me va a tragar.

No dejas el buen humor de lado. Retomas la filosofía de Bety la Fea, de las canciones de Shakira, de grupo Niche…

Yo soy hija de melómanxs, en mi casa todos tienen talentos musicales menos yo, crecí en un hogar donde para darle sentido a muchas cosas y para transitarlas está la música, desde la alegría hasta la tristeza y la rabia. A mí se me sale la música por todas partes. En este libro está mucho Shakira, pero también Juliana una artista colombiana que me encanta, que justo ahora creo que es lo más grande que tenemos en este país, y que me acompañó muchísimo con su álbum DOS DOS DOS.

Las redes sociales como Instagram, donde todo es felicidad, todo es perfecto, nos han hecho mucho daño, tú nos lo haces ver también.

Es una res social tóxica porque nos comparamos, porque se venden narrativas falsas de “yo”. Vivimos autoeditándonos y es normal, yo no quiero salir horrible en una foto, es instinto de autopreservación, pero al tener versiones de una demasiado editadas, se excluyen ciertas cosas que hacen parte esencial de la vida y, como no estamos viendo la historia completa, caemos en lugares falsos. Del problema con la salud mental no se ven fotos: si tengo un ataque de pánico, lo primero que pienso no es en tomarme una foto y subirla.

Hay que dejar claro que las redes sociales son espacios de narrativas autoeditadas y que no muestran en absoluto lo que es la vida o una persona. Me parece importante poner una dosis de reflexión en esto.

Las redes sociales sirven mucho, lo he comprobado. Una se puede salvar de muchas cosas en la vida, pero no de hacer un Excel. Durante la pandemia yo hice un en vivo para que alguien me ayudara a resolver un problema con Excel y la gente me ayudó.

Hacer comunidad…

Exacto, al final lo que nos salva es hacer comunidad.

¿Este es un libro que alguna vez pensaste que ibas a escribir?

Creo que no, pero fue necesario haberlo hecho. Y creo que me alegra que con este libro doy un cierre a un estilo y espero buscar hacer otro tipo de cosas. Eso no quiere decir que nunca más voy a hacer libros así, pero era cerrar esta exploración en cuanto a temas de salud mental y explorar otros intereses.

Para no irnos tan tristes, háblanos de tus pijamas que son grandes protagonistas de este libro.

¡Dios sabe que las amo y que reafirmé el andar en pijama todo el día! Para mí son un acto totalmente político y privilegiado que me gustaría que se le extendiera al mundo entero. Es el privilegio de la pausa; no todo el mundo puede estar en pijama, pero todo el mundo sí debería poder hacerlo, el resto de la humanidad y yo. Las pijamas son lo más rico que le ha pasado al mundo, si me quieren regalar algo un día, regálenme una de estas de señora rica.

Amalia Andrade. Fotos, cortesía Planeta.
Amalia Andrade. Fotos, cortesía Planeta.

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