Pasagüero es uno de esos fenómenos culturales que suceden cada tanto en las ciudades más importantes del mundo. Un centro cultural que aparece como la válvula de escape para todas la manifestaciones artísticas de su tiempo.

Los hermanos Pandal fueron los visionarios que se echaron este paquete.La inquietud de tener un foro abierto que conjuntara música, arte y relajación fue el motor para que a principios de los dos miles pusieran toda su energía en conseguirlo. La idea nació a partir de una revista que tenían sobre la ciudad. Por aquello años, le habían echado el ojo a lo que era el Cine Bella Época, ahora librería Rosario Castellanos, pero los vecinos de la Condesa exigían un estacionamiento, una construcción millonaria que no estaba dentro de sus posibilidades.

Hacia el año 2003, recibieron una invitación para formar parte de la reactivación del Centro Histórico. Todas las fuerzas promotoras involucradas en este “revival” de la zona se emocionaron con la propuesta de este nuevo foro, justo buscaban gente que no solo se fuera a vivir a la zona si no que trajera contenidos, que aportara algo más y diera nuevos servicios.

La tirada era levantar un centro cultural renovado, diseñado para presentar las diversas manifestaciones de la ciudad y que estaban muy dispersas en esos años. Fue cuando aparecieron muchas disqueras como Noiselab, Nuevos Ricos, etc.Pero no solo era música lo que buscaban, también arte, puestas en escena, cine.Un espacio cultural cero solemne, con novedades y propuestas originales había nacido.

En el principio

Ricardo recuerda que cuando arrancaron lo primero que hicieron fue venderle a Absolut una exclusiva para el lugar. Operaron cinco meses como una especie de Lounge Absolut. Aún no se llamaba Pasagüero y se hizo popular con la pura dirección: Motolinía 33, una especie de “hoyo funky”.

Durante esa etapa se hicieron varios conciertos, exposiciones y la memorable Fiesta Porno. El look de esos primero meses quedó marcado con la megabotella que diseñó Alex Arango, de ocho metros de alto, de colores: si la veías la asociabas de inmediato con la marca, pues era parte del “Public Art 2004”.Tanto éxito tuvo que la escultura fue intervenida por unos “homeless” que le hicieron un agujero y la convirtieron en recámara; muy urbano todo, de típica espontaneidad citadina.

Al terminar este convenio se trabajó en el concepto propio.

La evolución: De Motolinía 33 a Pasagüero

La remodelación del lugar estuvo a cargo del diseñador industrial Eduardo Olivares, quien construyó un espacio que se podía transformar en galería, en sala de conciertos, en bar, en teatro. Usos múltiples con actitud; además, montaron unos rieles sobre los que corría el sistema de mamparas con todos los cables eléctricos y las necesidades técnicas. Un espacio funcional

Pero no tenían nombre.Para inaugurar necesitaban uno. Lo que sí sabían era que debía ser una palabra en español, pues en esa época todo mundo le ponía nombres en inglés y francés a sus lugares, cliché en el que evitaron caer.

En ese entonces preparaban una exposición de Chucho Reyes, influyente artista mexicano, amigo de Goeritz y Barragan. Ricardo nos cuenta que fueron asu casa a escoger la obra, élse metió por todos lados y se topó con un ático con muchos cuadros que eran como de su etapa menos famosa.Habían unos que se llamaban “Pasa güeros”, litografías de mujeres de la vida galante ofreciendo algo u ofreciéndose a sí mismas. De hecho el título literal es Mariposilla o Pásale, güero.

“De hecho ni nos llevamos esos cuadros, pero se me quedó la palabra hasta que inauguramos bajo ese nombre”.Ya investigando un poco resulta que en la época de la revolución, cuando pasaban los soldados por ciertos pueblos, las mujeres los recibían con un: “pase, güero”. Aquí hay pura cosa buena y bonita.

Luego, ya entrado el siglo XX, se utilizó en Veracruz para llamar así a una especie de zona de tolerancia, tapancos de vida licenciosa o ficheras. Es un término muy “invitante”. En México es casi una tradición decirle “güero o güera” al cliente, independientemente de su color de la piel.

Así, en noviembre de 2004 abrió sus puertas “Pasagüero”.

El lugar llegó al Centro Histórico en el momento justo: cuando había mucha energía en la Ciudad de México y sus representantes no tenían donde presentarse. Todos querían ser parte de lo que estaba sucediendo en el Centro.

Pasagüero se volvió una especie de círculo virtuoso donde a la fecha somos los que abrimos los espacios para nuevas propuestas multidisciplinarias. Son estas manifestaciones las que le han permitido reinventarse. Hace cinco años presentaron un libro y llevaron la fiesta del DF a Nueva York, París y Tokio.

¿Bar o espacio cultural?

Los hermanos Pandal reconocen que la onda del bar se fue dando: “A principios del 2005 un concierto con Zoé, Austin TV y la Gusana Ciega y de ahí explotó”. Sabían que no estaban haciendo nada nuevo, que existían foros de tradición, pero de lo que sí estaban convencidos era de que Pasagüero era diferente, solo dejábamos que todo tipo de expresiones innovadores tuvieran salida.

Nunca hubo una idea clara respecto al bar. Ni siquiera les pasó por la cabeza especializarse en mezcal; “al revés, estábamos muy abiertos a lo que se presentara”. La parte de conciertos ha sido más constante y por eso es un referente que se complementó con la parte de bebidas necesaria para el negocio.

Ricardo estaba muy comprometido con el concepto de Centro Cultural, no quería migrarlo a bar o mucho menos a antro. Sonríe y nos cuenta, divertido: “Una tarde, me invitan a una estación de radio a un programa con Martha Debayle para hablar de vida nocturna y antro.Mi empeño era aclararles que Pasagüero era un centro cultural. Al llegar, oh, sorpresa, los invitados eran Pedro Moctezuma, tu servidor y dos Playmates Djs gemelas (esa fue la mejor parte). ¿Qué tal el ambiente para soltar mi choro cultural? Me relajé y hablamos de la vida nocturna en la ciudad, dentro de la cual Pasagüero ya era importante”.

El cierre y la reinauguración

Los hermanos Pandal llevaban rato notando que la escena musical se había estancado. Además de los grupos de dudosa calidad, la presión de apertura de foros y espacios importantes como el Blackberry y El Plaza, los hizo notar que la competencia se había vuelto rapaz.

El público necesitaba una oferta a la altura.Fue ahí donde otro Pandal entró en acción, Rodrigo tuvo idea de buscar asesoría en la parte de restaurante, además propuso rediseñar el foro, mover las barras, que siempre fue un punto controvertido (la mejor visibilidad de los conciertos estaba bloqueada y con esto se solucionó) y lo mejor: su nueva modalidad de cantina durante el día.

Más que una reinauguración, fue como retomar camino: “Por eso invitamos a dos clásicos del lugar, Silverio presentaba disco nuevo, también estuvo Pablito Mix y al buen Charly Montana. Estuvo brutal. La gente contenta. Fue un lleno total y hubo una increíble respuesta en redes sociales”.

De lo novedoso y original, a lo auténtico y perdurable.

Pasagüero siempre tuvo una pequeña mezcalería que funcionaba por las tardes. Ahora abrirán todo el día. unirán fuerzas con de la gente de Bipo, que encaja perfecto en el concepto, siempre incluyentes, originales y alejados de las etiquetas.

Es un lugar alejado del aburrimiento y moldeable; al Pasagüero no vas todos los fines de semana hasta que se desgasta, porque cada día es diferente. Por eso esta renovación y la alianza con la Bipo revelan nuevos e interesante caminos. Buena oferta en comida, bebida, la onda del refill y la calidad por tu dinero. Pasagüero-Bipo es una sinergia explosiva, con toda la fuerza de retomar el espíritu alternativo con los clásicos del lugar y gente nueva, ideas interesantes, cosas de vanguardia y en todos los campos artísticos. Con todo esto, no tardaran en estar de nuevo en el centro de las vida nocturna y cultural del DF.

Larga vida al Pasagüero, su público regresa con gusto: los de siempre, los que buscan redescubrir y los que van por primera vez. Pero, hay cosas que nunca cambian, saliendo de ahí, todos al “Dos Naciones” el after de arrabal por tradición.

Pasagüero

Motolinía 33, Centro Histórico. Tel. 5521 6112

Lunes a domingo a partir de la 13 horas.

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