Un guardia en la entrada hace todo creíble. Y es que en verdad J&B organizó una fiesta en el presidio en el que muchos años atrás, fueron encarcelados y torturados los peores criminales de Argentina, ay nanita. Se entra por el pabellón de los calabozos. La iluminación es tenue, algunos calabozos tienen luz de color y los demás en completa oscuridad, me inquieta un poco. Meseros ofrecen tragos y entradas, los invitados estamos asorados, y es que enfiestar en una cárcel nunca fue tan glamoroso. Una barra iluminada a la mitad del tenebroso pasillo inyecta gasolina fiestera. Después, abren un inmenso y pesado portón para que todos entremos al lugar oficial de la fiesta: el patio de los reos. Empieza con un performance y después, todos a bailar. Gente linda, ambiente a todo lo que da y de pronto Zeta Bosio abre su “chow” con música ligera. Debo admitirlo, su rollo musical electrónico no es el mejor, pero si que prende a los fiesteros. No cabe duda que ha sido de las mejores fiestas de las que Noche Chilango ha sido testigo.