Nos acabábamos de sentar y sin saber cuánto o qué íbamos a beber ya nos estaban ofreciendo la comida. Primera sorpresa. La segunda, el sabor. La sopa de alverjón, el tlacoyo, el atún a la vizcaína y las carnitas: todo delicioso. Ya cuando te enteras que la sirven hasta las 22hrs, qué más puedes pedir.

Sentados junto a la barra vimos cómo el encargado coordinaba a sus meseros con la destreza de un controlador áereo. Te terminabas tu bebida y llegaban a ofrecerte otra con ese modo que marca toda la diferencia entre la atención y la persecución. Un par de cuadros y una placa dicen que José Alfredo Jiménez comenzó a cantar aquí. Como prueba las paredes durazno están decoradas con fotos del santo patrono de las borracheras saliendo en películas. Al fondo, donde está un póster grande de la Torre Eiffel, los viernes y sábados de 16-19hrs, el grupo Ámbar Negro (que sí levanta una fiesta) anima a la concurrencia de vecinos de la zona y mandos medios. Los detalles están en el baño: en el de caballeros te tienes que subir en un escalón para alcanzar el alto mingitorio y en el de mujeres hay un dispositivo de trapo para tapar el hueco que dejó un antiguo picaporte. Aún con eso esta cantina tiene todo mi respeto. Esté lugar viene de un mundo raro, uno de los pocos que quedan donde el cliente sigue siendo el rey. Cuenta con servicio viene-parking. Identifícalo por su franela roja.