Hace más de un siglo, la mansión de Victoria Blumer era un lujoso hotel en la Roma. Hoy es en un antro con decoración victoriana que se vale del mapping para simular cuadros y cortinas en sus amplios muros iluminados de rojo carmesí.

Tras pasar una modesta cadena y subir las escaleras principales, un gran salón sirve como pista de baile. Se escuchan sonidos electrónicos, reggaetón o retro pop, remixes de Disclosure, Aqua, Oasis, y se mueven cuerpos estilizados –entre los 20 y 30 años– que intentan librar los sofás esparcidos por toda el área.

Hay una barra de la que salen tragos sencillos, como un Moradito o una Paloma, nada espectacular a pesar de la primera impresión que causa un remolino de gente queriendo llegar hasta el barman.

El club social tiene un área VIP donde está la recámara de la antigua propietaria, Victoria Blumer, aún ambientada con su cama y su bañera –las niñas se pelean por tomarse aquí una selfie–, y una pequeña terraza que da a la avenida Álvaro Obregón, para fumar y platicar un momento sin el volumen alto de la música –debes pagar una botella para vivir la experiencia.

Hay otra barra donde sirven Chupitos, minitragos hechos con cremas, licores de sabores y adornados con crema batida o bombones. No tienen nombre, pero el de fresa con menta es una bomba dulce que me devuelve a la vida justo a tiempo para Los actores Rebeca Trejo y Ricardo Rodríguez (Demetrius). notar que ya son las tres de la mañana.