Antes había un anuncio medio pesado que decía que quien no ha ido a El Hijo del Cuervo no ha ido a Coyoacán. Lo peor de ese anuncio es que tenía toda la razón: el Hijo es para Coyoacán un auténtico icono, y representa el modo de festejar la noche en el barrio sureño: chelas relajadas, muy buena música y un ambiente completamente desenfadado.

El Hijo es un clásico, pero aún así te lo platicamos: el lugar es grande, unas cincuenta mesas, y está ubicado en lo que antes era una casona coyoacanense. El espacio interior es íntimo, y tiene la barra principal en el centro de todo. Afuera hay una terraza que directo al Jardín Hidalgo. Las mesas, eso sí, son chiquitas, y, hay que decirlo, hasta incómodas.

Sin embargo, el ambiente lo vale. La música es de lo mejor que hay: rockcito que va de los ochenta a lo actual, rolas para cantar, taraear, o simplemente, disfrutar. Además, el lugar normalmente está a reventar, y puedes encontrar de todo: desde la banda más fresa, hasta los más alternativos. La cosa es siempre calmada y sin poses: la cosa es echar un trago.

Hablando de tragos, el Hijo se mantiene en un perfil muy tradicional pero efectivo: casi todo es chela. Lo normal es pedir una jarra que rinde para casi seis tarros, aunque también son recomendables sus kalimotxos (con Coca, a $45, o con chela, a $55). También es recomendable botanear; ¿qué te parecen unas papitas a la francesa o unos nachos?

El Hijo sí mantiene la esencia de Coyo: en la terraza puedes oler todavía el copal y ver el aperre de los puestos sabatinos; adentro, lo más probable es que, además de encontrarte con la típica banda coyoacanense, te topes a más de dos extranjeros.

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