Por: Verónica Chávez Aldaco

La exclusividad duró poco. Sin haber cumplido un año desde su apertura, Melody Nelson tuvo que quitar la cadena y transformarse de club privado en bar “para todo público”. ¿Cuestión de supervivencia?

Su dinámica es tipo M.N. Roy –son los mismos dueños– con cartas de alimentos y bebidas premium, que esta vez no generaron euforia por pagar cuentas de más de $600 por persona. Ahora, el lugar es más accesible. Redujeron los costos de los tragos sin sacrificar la calidad: el vaso de cerveza de barril bajó de $80 a $50, por ejemplo. Siguen preparando buenos clásicos, como el negroni (Campari y Ancho Reyes), y destacada coctelería, como el Watermelon Cooler (sandía, mezcal y albahaca), ambos servidos de manera generosa.

Erradicaron de su menú ingredientes que elevaban los precios (como el huachinango) y los sustituyeron por algunos más fáciles de vender (atún), pero aún encuentras platos estrella, como la cazuela de short rib braseado.

La decoración no cambió, mantiene la estética art déco y la atmósfera nostálgica gracias a la iluminación a media luz. La música es más variada gracias a las presentaciones en vivo de los miércoles y a la intervención de DJs o grupos de world music los viernes. Su nuevo mood los obliga a ofrecer algo diferente.

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