En plena Condesa, un antro con música para bailar, cadena y mucha actitud.

Por lo menos hace unos años, lo último que uno esperaba encontrar en plena Condesa era un antro fresa. Pero, si todavía quedaba anti-antrismo por ahí, éste desapareció por completo con el Bling, antro que, desde el nombre, declara a las cuatro esquinas de la Condesa “¡Miren! ¡Soy fresa, y qué!”.

Se llega caminando por Tamaulipas. Una vez que se superan las tres cuadras repletas de cafecitos, restaurantitos, barecitos y demás “hitos”, aparece el Bling en el número 47. Notarlo no es problema: las luces escapan de la puerta y te piden a gritos que entres a echar un ojo. Claro, como buen antro, antes de ello debes superar la cadena, que, en este caso, no es tan rígida.

Adentro, el Bling no defrauda. Lo primero que notarás son dos cosas: paredes con bling-bling rojo, y una araña de luces hecha de cristal, que, además, define muy bien toda la onda del lugar: lujoso kitsch, y, sobre todo, muy divertido. Además de esta pompa, el Bling tiene varios cuartos con su propia decoración: dos negros y uno blanco, a modo de lounges VIP y más chillouterones.

¿La música? Buena: fresa para bailar. En ese sentido, no hay mucho más qué decir: si lo que quieres es bailar y pasártela bomba, está increíble. No esperes encontrar algo nuevo, a pesar de que sí escuches de pronto beats nuevos y, para qué negarlo, alguna que otra joyita para melómanos del mainstream.

Quizá el único problema del Bling sea su tamaño, cosa que se notó un poco en la inauguración. La barra demasiado cerca de las mesas, la gente arremolinada en todos los espacios… pero si lo que buscas es antreo y no eres demasiado exigente, seguro que la pasas bien.