Las gordibuenas disfrutan mucho del sexo

Vamos por pasos. El siguiente artículo no es una apología al sobrepeso. No es como que queramos que vayan a empacarse de memelas, pambazos, gorditas y quesadillas para que el chofer del autobús les cobre flete por cada cachete.

Sabemos que en nuestro México lindo y querido hay muchas chicas gordibuenas, con curvas peligrosas, a las que un pantalón talla cero les entra sólo en una pierna y una blusa XS les queda como ombliguera. Muchas de ellas se sienten consternadas por no lucir esqueléticas, se someten a dietas matadoras y viven mortificadas. Sus traseros y sus bubis son la causa de sus desvelos.

Pero las siguientes líneas van para todas aquellas chicas que se sienten orgullosas de sus curvas y que viven satisfechas por cómo lucen, que están sanas y a las que no les importa los millones de estereotipos que les venden por todos lados. 

A ellas les decimos: conocemos su secreto. Sabemos que cuando entran al cuarto a echarse un quiebre con sus parejas, disfrutan del asunto más que nadie.

¿Por qué? Ah, pues por lo siguiente:

Es un cliché, pero es cierto: hay de donde agarrar

Imagina que estás cortando las zanahorias para preparar la sopa de la cena. Llega tu pareja por detrás y te toma de la cadera. Dejas el cuchillo y la cosa comienza a subir de tono. Se van como hilo de media directito al cuarto. De perrito, misionero, vaquera o como sea, tu pareja tiene de dónde agarrar impulso para hacértela válida. O sea, no hay pretexto de: “se me resbaló/me caigo”. Nada. Usted nomás agárrese bien y a darle que es mole de olla.

Confían en el instinto humano

Por naturaleza, el hombre está programado para sentirse atraído hacia las mujeres repuestitas. Las curvas femeninas mandan mensajes al chip que tienen integrado y les indica que son un símbolo de fertilidad. ¿A qué se debe esto? Bueno, pues a que las reservas de grasita aumentarían la probabilidad de supervivencia en tiempos de escasez. Digamos que fue una estrategia de adaptación desde los tiempos de las cavernas. Así que ellas saben que esa necesidad de sentirse cobijados, la pueden cubrir.

Tienen más zonas erógenas

A más más piel, más opciones. No sólo te puedes enfocar en las de cajón (pezones, perineo, cuello), ellas saben que si exploran el antebrazo, abdomen, hombros, espalda baja o muslos, todo se convierte en un terreno de sensaciones. No se limitan con la experimentación y piden un aplauso para quienes saben cómo y dónde tocarlas. Imagina practicar una rusa con ellas. Sí, así es: todo un mundo de posibilidades.

Véngache para acá

Una larga sesión de cadereo amerita un buen descanso. ¿Qué mejor que poner mi cabeza en tu hombro? O en tu abdomen, o en tus piernas. Esa zona acojinadita es la mejor opción para echarse una pestañita y para que ella se sienta con todo el poder para hacerte piojito o lo que ella quiera. Ella está al mando. A sus órdenes, mi general.

Son tres palabras…

Y esas palabras son: chichis, trasero y piernas. Las mujeres que tienen unos kilillos de más y que se sienten seguras y confiadas de lo que portan, saben que esos tres atributos son sus mejores tesoros. Saben sacarles provecho y son su motivo de orgullo. Esto hace que todo en el sexo sea más fluido. A fin de cuentas, esto se trata de confianza en uno mismo.

Así que ya sea que se hayan zampado unos tacos de canasta de más o que la membresía del gimnasio ya caducó, si se sienten a gusto con el cuerpo que portan y lo lucen con confianza, seguro, SEGURO, disfrutan del sexo como las grandes ligas.

¿O ustedes qué opinan?

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