Cap. 4 TERITORIOS VIRGENES

 

«Nunca voy a tener relaciones sexuales —dice Raquel, 17 años, estudiante de segundo de preparatoria—. Me voy a casar y solo tendré relaciones con mi esposo para tener hijos. Si tengo sexo antes de casarme nadie va a querer casarse conmigo.»

Es un viernes por la tarde. Después de haber ido a tomar un café con sus amigos en el Starbucks de Masarick, Raquel camina a su casa, a unas cuadras. Sólo está su hermano mayor viendo la televisión. Sus padres trabajan: él arquitecto, ella abogada. Raquel no tiene permiso para acudir a una fiesta de una compañera de escuela porque el fin de semana pasado fue a dos. En la pared de su cuarto pintado de rosa, tiene fotos con dos de sus mejores amigas y una de su perro. Nos platica que ninguna de sus amigas sigue siendo virgen.

«cuando tenía quince años, casi tengo relaciones con un niño en una fiesta. Me puse borrachísima e hicimos de todo, hasta sexo oral. No lo conocía, era más grande que yo y considero que se aprovecho de mi estado. Cuando desperté a día siguiente, estaba medio desnuda en el baño de la casa donde fue la fiesta. Mis amigas ya se habían ido. Fue súper traumático.»

Decidió nunca más tener relaciones. Ni siquiera fajar con Saúl, su actual novio, con el que lleva ya cuatro meses. Textualmente su relación es de “manita sudada”. Pero él está de acuerdo con eso.

Sus papás hablan con ella sobre sexo abiertamente. Le piden mucho que se cuide siempre y en ningún momento hay restricciones al respeto.

«A mí no me tienen que volver a platicar eso, yo no quiero tener sexo. Estoy segurísima y nadie me va a convencer de lo contrario.»

Una opinión similar es la de Alejandra. En la fiesta que se describe al principio, estaba en el baño con su novio. Ella tiene 17 años. Es virgen. Quiere conservarse así hasta que se enamore. Pero mientras, ha hecho otro tipo de cosas: «Lo máximo a lo que he llegado es a quedarme desnuda con mi novio y a tener sexo anal. Es algo que hicimos recientemente, y a él le gusta.» También en las fiestas se ha besado con sus amigas, pero de “juego”. Su novio, José Antonio, quien estudia quinto semestre de Relaciones Internacionales, no tiene problema con su virginidad, siempre y cuando acepte tener sexo en un futuro. Alejandra le prometió que lo harán cuando cumplan seis meses. «Está muy buena, y la quiero mucho, así que puedo esperar un rato, además no creo que tardemos en hacerlo.»

El joven, de 19 años de edad, fue novio también de Michelle y con ella sí tuvo relaciones, pero entre las amigas no tienen problema en compartirlo. «Que se lo quede —dice Mich, una tarde en su casa en la Anzures —. No me gusta ya porque tiene granitos.»

 

LOS MITOS DE LA DESHONRA

La virginidad es como un trofeo para muchas niñas de colegios religiosos. Esto lo dice el psicoanalista Miguel Escobedo. Considera que la educación que reciban en sus familias puede determinar la visión de los adolescentes sobre la sexualidad. Sin embargo, matiza: el medio en el que se desenvuelvan y las amistades son la mayor influencia.

Valeria es una joven de ojos azules y 17 años. No termino la prepa en el Colegio I… Para decepción de sus dos padres y dos hermanos, ella no es virgen. Tuvo relaciones la primera vez el año pasado con su novio Christian. «Fue muy bonito, estábamos enamorados, no había nadie en su casa, estábamos solos, él me compró flores y me sentí muy segura», recuerda tristemente. La emoción y la actividad sexual duraron tres semanas. Su mamá la escucho hablando por teléfono con su mejor amiga sobre como cuidarse cuando tenía relaciones y en ese momento todo se acabó. Primero no le dijo nada, pero al día siguiente la señora llamó a Christian por teléfono. Lo citó en su casa y lo amenazó con denunciarlo por estupro, pues él tenia 18 años en ese entonces. Tuvo que cortar con Valeria. Ella, tras múltiples regaños, fue enviada a Monterrey a otra escuela de la misma congregación católica. Fue decisión de sus padres, quienes forman parte del Regnum Christi, «un movimiento de apostolado y evangelización — define en su página en Internet — en el que cada uno de sus miembros ha querido tomarse con responsabilidad el gran mandato misionero que Jesucristo ha dado».

Un año después, Valeria tiró todos sus cosméticos a la basura y cambió sus jeans y sus playeras sin mangas por faldas largas a la mitad de la pantorrilla y sobrias blusas de cuello. Se convirtió en monja.

Hoy esta arrepentida de haber perdido su virginidad. De Christian no quiere saber nada. «Lo que hice fue malo y sólo con penitencia y alejándome de ese ambiente puedo enmendarlo, por eso quiero asesorar a niñas que estén en la situción en la que estuve.»

 

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