Chilango

Hotel Argos

 Las ganas llamaron a altas horas de la noche y estábamos enpleno Churubusco, así que teníamos dos opciones: o resignarnos a pagar $800 porun hotel decente, o apelar a la suerte, que, afortunadamente, fue favorable: unpequeño oasis del amor en la esquina del Circuito Bicentenario y la CalzadaErmita Iztapalapa, en pleno trabajo de obras viales. Al abrir el cuarto, lasganas se vieron mermadas por un momento. El espacio es ínfimo: apenas cabe lacama (eso sí, king size), pero ya viéndolo de cerca, la atmósfera se prestabapara las más cochinas fantasías. Cabecera con luz difuminada integrada, muebleship (quizá demasiado hip para la zona), tele de pantalla plana con porno,regadera abierta a la vista de mi voyeurista interno, eso sí, de la cinturapara arriba. Y sería un motel de destacarse, salvo porque a alguien se le ocurrióla genial idea de musicalizar los pasillos (y de rebote, los cuartos) conMixFM. ¿Algo más matapasiones que “Video killed the radio star”?