En la víspera de lanzar Currents en 2015, Kevin Parkermastermind detrás de Tame Impala– reveló a The Guardian haber tenido un momento de epifanía escuchando “Stayin’ Alive” de The Bee Gees durante un viaje de hongos y cocaína, mientras que un amigo manejaba por Los Angeles.

Y si bien Tame Impala tuvo inspiraciones interdimensionales a lo Pink Floyd en su debut del 2010, Innerspeaker, para el subsecuente Lonerism del 2012, ya acampaban en terrenos más cercanos a los Strawberry Fields, explorando entre los mismos universos de algodón rosa imaginados por Wayne Coyne: es justo la producción de Dave Fridmann – constante en las grabaciones de The Flaming Lips y Mercury Rev– la que dio ese sabor no tan ácido, sino más dulce a la música de Tame Impala, y por ende, los ha desencriptado para hacerlos de un gusto más amplio con himnos del tamaño de “Feels Like We Only Go Backwards” o los 8 minutos de alucinaciones optimistas en “Let It Happen”.

Prueba de esa universalidad, es que esta será la cuarta visita de Tame Impala a México (un concierto idóneopara fumar yerba en Campo Marte –qué irónico–, fue su primera vez en 2011. En 2013 también tocaron en un Vive Latino y en el José Cuervo).

Lo diferente es que para esta ocasión –ya digna de un Palacio de los Deportes– la banda llega perfilada como una de las más importantes de esta década, en vías de convertirse en un nuevo Muse o un Radiohead circa el OK Computer, bajita la mano.

Y no es sólo la creciente fama de Tame Impala, sino el prestigio que se está haciendo Kevin Parker como productor, sea de la bellísima Melody’s Echo Chamber o de bandas de sus coequiperos australianos como Pond o GUM; pero sobre todo, por su reciente colaboración con Mark Ronson en el celebrado Uptown Special, donde participó en tres tracks, incluyendo “Daffodils”, que justo tiene esa onda de disco-funk espacial, y que ha colocado a Parker entre el jetset de los artistas que están experimentando con (hongos, coca y The Bee Gees) la música más interesante de este planeta.

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