Fue justamente en la primera compilación de la DFA Records, que el proyecto personal del dueño de la disquera vio la luz. Se trataba de un sencillo de más de ocho minutos, con un beat bailable y letras que retrataban las preocupaciones de un hipster de Nueva York. "Losing My Edge". «Vi que tú y tu banda vendieron sus guitarras y compraron tornamesas/ Vi que tú y tu banda vendieron sus tornamesas y compraron guitarras», medio grita, medio canta, medio susurra el vocalista, que también se encarga de la meticulosa producción de sus tracks.

Luego vino el álbum debut, con un sonido en el que los Talking Heads y Kraftwerk parecía que hacían el amor. “Daft Punk is Playing At My House” se convirtió en un éxito instantáneo, y al mismo tiempo en una predicción del hype. El dueto francés recobraría su fuerza unos meses después, para convertirse en el acto más adorado por el público target de la DFA. James Murphy ya no sólo era el hombre de negocios de la industria, o el productor al que Janet Jackson le llamó personalmente a su oficina para trabajar juntos (y que rechazó): se había convertido en un hit. Él solito.

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