Una noche con el iPod en shuffle en los clásicos del rock podría sintetizar el concierto que Ringo Starr ofreció anoche en el Auditorio Nacional, bien cobijado por su All Starr Band, quienes la pasaron de lo más divertido al lado del ex Beatle.

Puntual, como buen inglés, con su delgada figura, saco, cinturón con el símbolo de amor y paz y unos tenis negros, apareció Ringo en el escenario a las 20:34 y la multitud que ya había llenado el coloso de Reforma, algunos incluso con disfraces del Sargento Pimienta, estalló en jubilo al estar frente a una leyenda.

“Matchbox”, la rola de Carl Perkins que interpretaban los Beatles, fue con la que Ringo abrió el concierto, para dar paso a”It Don’t Come Easy” de su autoría y la energía entre los mexicanos y la banda se desató. Vinieron después otros clásicos pero de otros músicos, de Santana (“Black magic woman”) y Toto (“Rossana”, “Africa” y “Hold the line”), mientras la gente esperaba impaciente por más canciones del cuarteto de Liverpool.

Sin duda el primer gran momento de la noche se vivió cuando Ringo y su banda interpretó “Yellow Submarine”, el público sacó globos amarillos y la entonó con las lágrimas en los ojos, niños, adolescentes, adultos y mayores, unidos por una rola inmortal.

Siguieron otras rolas como “Kyrie” de Mr. Mister, “Bang the drum all day”, “I wanna be your man”, “Broken wings” y “Photograph”. Entre canción y canción, la gente coreaba a Ringo, quien se mantuvo gran parte del concierto detrás de la batería, pero siempre agradeciendo la ovación. La gente intuía el final que no pudo ser más certero y emotivo por las rolas “With a Little Help From my Friends” y “Give Peace a Chance”. Ringo se fue del escenario, regresó por unos instantes, la gente enloqueció con su presencia y se volvió a ir. Ringo es amor… y paz.

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