Chilango

Things have (not) changed

Billboard.

 

Ya lo dijo Robert Hilburn, el mítico editor de música de Los Angeles Times, en su libro Desayuno con John Lennon y otras crónicas para la historia del rock (Turner, 2010): “Para ser una estrella basta con tener suerte y un sonido comercial, lo cual explica por qué tantos músicos mediocres llegan a coronar las listas de ventas. Pero convertirse en un verdadero artista exige un talento enorme, una gran ambición, un punto de vista original y una tenacidad indestructible”. Bob Dylan es uno de estos últimos: uno de los músicos más importantes de su generación por su ambición, originalidad su talento, características que comparte con muy pocos artistas de su edad y que ha mostrado ya su influencia en varias generaciones que le tienen por gurú. La música popular contemporánea le debe mucho a este poeta, que recurrentemente aparece en las listas de la Academia Sueca como candidato al Nobel de Literatura.

Esto explica también lo que no a pocos sorprendió durante el primero de dos conciertos que Dylan ofreció en el Pepsi Center del WTC: el nulo contacto de Dylan con su público. Sale a tocar y a cantar (impecablemente, eso sí) pero no se puede esperar de él un saludo, ni siquiera un “Gracias, México”. Ya no digamos el “¡Son a toda madrreee, chilangoous!” de Paul McCartney en el Zócalo tan sólo 24 horas antes. 

Dylan no es una estrella de rock. Y desde luego, no se comporta como tal. Es un músico. Y un poeta. Tiene 71 años y este 2012 cumple medio siglo de haber lanzado su primer álbum luego de haber abandonado la universidad y hacerse más o menos popular como músico de bares en Greenwich Village (NY). Viene con un discreto diseño de iluminación: sin pantallas gigantes ni luces artificiales. Sólo él, su música, sus poemas. Y su sombrero de Hillbilly. Una velada cargada de contrastes: el músico septuagenario, honesto y fiel a su estilo, cantando folk en un recinto híper moderno lleno de personas que acompañaron su música con las rutilantes pantallas de sus smart phones. 

Respecto al lugar, el recién estrenado Pepsi Center resultó muy eficiente en términos de logística: estacionamiento cómodo y relativamente barato (60 pesos por el evento), buen servicio de snacks y agilidad a la entrada, que transcurrió sin incidentes.Sorprende sin embargo la decisión de los organizadores de retirar las butacas de la sección general para dejar a la mayoría de los asistentes de pie. Esto puede entenderse para un evento donde se justifique estar parado (caminando, bailando, saltando) pero Dylan y su actitud “cool” (no vengo a ofrecerles un espectáculo, sino un recital de música) no se prestaban para mantener al público de pie durante las casi dos horas que duró el concierto. Huelga decir que la visibilidad en la parte trasera del foro es prácticamente nula y no fueron pocos los que optaron por sentarse y escuchar en vez de intentar mantenerse de puntitas durante una canción completa.  

Pepsi Center WTC –  Acá el set list de las 17 canciones 

Leopard-Skin Pill-Box Hat
To Ramona
Things Have Changed
Tangled Up In Blue
Rollin’ and Tumblin’
Desolation Row
Cry A While
Spirit On The Water
Summer Days
Love Sick
Highway 61 Revisited
Simple Twist Of Fate
Thunder On The Mountain
Ballad Of A Thin Man
Like A Rolling Stone
All Along The Watchtower
Blowin’ In The Wind