Lo único que me consuela es que, a pesar de todo el caos, las bandas que logré ver se oían muy bien. Calle 13 fue espectacular, aunque breve: Residente es un extraordinario frontman, y su show fue una especie de “grandes éxitos” con “Electromovimiento” como única ausente.

Los Black Eyed Peas dieron exactamente lo que se esperaba de ellos: espectáculo. La muchachada estaba feliz, especialmente los que llevaban semanas ensayando para bailar la coreografía de “I’ve got a feeling”, todos ñoñamente unidos como hermanos.

Thievery Corporation, aún cuando ya suenan un poquito pasados de moda, dieron cátedra de dub presumiendo a 6 o 7 vocalistas invitados, de los cuáles el más espectacular fue el líder de Jane’s Adiction, Perry Farrell, vestido como Freddy Mercury 30 años después.

Pitbull todo bien… su show fue un recorrido conciso por las tierras del reggaetón-hiphopero lleno de sampleos y éxitos como “Calle 8”, pa’ bailar sabroso y arrimado.

Chromeo se oía bajito y tuvo poco quórum, pero la hipsterada que optó por electro canadiense en vez de reggaetón pueltoliqueño pareció disfrutarlo.

Mi mejor momento Goliath: no me lo van a creer, pero Le Barón en el minúsculo Revolution Stage. Fue un show íntimo, tranquilo y romanticón por el que valió la pena haber pasado tantos malos momentos a causa de los problemas de logística que tuvieron los organizadores.