Bruce Dickinson quiso tomar una nueva empresa llamada “The Book Of Souls World Tour” a bordo de un avión que resaltara el imperio de la “Doncella de Hierro”, pero ahora, arribaría a tierras chilangas con una nueva identidad: “Bruce Demon”, quien pretendía ser el nuevo “Tlatoani” junto con su consejero “Eddie The Head”.

Cada vuelo del Boeing 747-400 llega a un nuevo territorio para ser conquistado, era hora de que la capital Tricolor cayera rendida ante sus acordes.

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Iron Maiden regresaba a tierras capitalinas dos años y medio después de su última presentación, más de 20 mil 600 almas. Tras una apertura con fanfarrias y acordes pesados de The Raven Age y Anthrax, “Doctor Doctor” inició el ritual, una mano extraterrestre empujó el vehículo aéreo de la banda para que arribaran a la CDMX. “If Eternity Should Fall” y “Speed Of Light” ayudaron a construir los muros dela estructura con sus “riffs”.

Orgullosos de su cepa inglesa, “The Trooper” casi derrumba el Palacio de los Deportes mientras una tercia de banderas británicas ondeaban mientras Dickinson corría por la “muralla de hierro” que ha forjado la banda por más de cuatro décadas (a pesar de sus cambios de alineación).

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La afición por la lucha libre mexicana del vocalista salió a flote, una máscara de Blue Demon adornaba su rostro con “Powerslave” como fondo: “Bruce Demon” hizo su aparición. “The book Of Souls” despertó a “Eddie The Head” de su letargo, furioso, fue desprendido de su corazón, quemado por fuego sagrado y ofrecido a los “dioses” de la pista para ser devorado.

“Iron Maiden”, el tema homónimo de la banda desplegó al personaje cadavérico una vez más con todo su poder. La Doncella continúa pura en su esencia metalera, continúa siendo la monarca, vino a refrendar su trono a la capital.