A través de los siglos, la tradición del corrido ha capturado de forma sencilla los acontecimientos que dejan huella en el pueblo mexicano: las hazañas, las revueltas, los héroes, los villanos…
Entre «Pacas de a kilo» y «El señor de los cielos», nos hemos construido un imaginario colectivo con los narcocorridos socialmente aceptados. ¿Quién no ha fingido tirar siete balazos, mientras suena «Contrabando y traición» en el karaoke.

«Camelia, la tejana», ya se quedó corta para describir estos tiempos turbulentos -mejor representados en El Infierno.

Sin embargo, «Camelia, la tejana», ya se quedó corta para describir estos tiempos turbulentos -mejor representados en El Infierno. Canciones como «El agricultor» o «Las dos monjitas» eran ante todo corridos recatados; escondían su mensaje detrás de una filigrana de letras, moralejas y humor «blanco». Hacían apología al narcotráfico, escondidos tras el reboso de un pudor típicamente mexicano.

La «nueva era» del corrido, tiene actitudes más cercanas al Gangsta-rap que a la banda norteña; ya no son leyendas sobre personajes y proesas, sino una intimidante exaltación sobre el poder y sus alcances: desde las glorias de los sicarios, los «buchones» y la adquisición de mujeres trofeo, hasta el «bling-bling», que ahora se traduce en botellas de Buchanan’s, Hummers y equipamiento bélico, como bazucas y baterías antiaéreas.

En tiempos donde checar el «Blog del Narco» es una opción informativa, habría que revisar los videos del colectivo Movimiento Alterado. Desde Sinaloa, esta recrudecida cepa de los corridos crea sus propias narcoestrellas, productores como Los Twiins Valenzuela (los Timbaland detrás de la consola) o el himno «Sanguinarios del M1», que engloba toda la filosofía del movimiento.

Hace un siglo, los corridos iban para Villa y Zapata. Hoy, para el «Chapo» y el «Mayo» Zambada.